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El individuo tiene un dominio intangible al que las autoridades terrenas no tienen acceso   889. Pero Jesús continúa: "Y el que lo llame necio será reo del fuego del infierno" ¿Cuál es el misterio o el secreto tan grande que se oculta tras estas palabras, dado que no pueden equipararse con las palabras injuriosas antes nombradas y, al igual que ellas, hacer culpable a su origen ante "el sanedrín" o autoridades, sino que al contrario lo hacen culpable ante "el fuego del infierno", o sea, una instancia totalmente distinta? Aquí hay que comprender que la palabra "necio" en la terminología bíblica expresa más que lo que estamos acostumbrados a atribuirle a esta palabra. Mientras hoy, en el peor de los casos, entendemos por "necio" más bien un ser con una leve forma de enfermedad mental, y en el mejor de los casos un ser ingenuo, simple o menos dotado,esta palabra significa en los relatos bíblicos un ser que niega todas las leyes morales a causa de un ateísmo total y, debido a ello, lleva una vida depravada. En la Biblia se puede leer entre otras cosas: "Dice en su corazón el necio: no existe Dios. Se han corrompido, cosas abominables cometieron, no hay quien del bien se acuerde". "Los necios desprecian la sabiduría y la enseñanza". "Apartarse del mal es abominación a los necios". "Alta está para el necio la sabiduría". Como vemos aquí "necio" es, así pues, la denominación para el ser totalmente falto de moral y de Dios. Acusar a su hermano o prójimo de ser idéntico a un ser así hará a uno, según las palabras del redentor del mundo, culpable ante "el fuego del infierno". ¿Qué es lo que uno ha hecho, que no puede ser resuelto por "el Sanedrín" (las autoridades o justicia ordinaria)? Se ha criticado el estándar mental de otro hombre, es decir, el punto culminante anímico y espiritual en que se encuentra. Llamar a otro hombre un "necio" significa aquí lo mismo que reprocharle algo que no está en absoluto bajo el control de su voluntad y ante lo que está totalmente sin culpa. Igual que un hombre no tiene la culpa de tener ojos azules o castaños, de medir 180 o 150 cm., tampoco tiene la culpa del estándar que manifiesta con respecto a la inteligencia y, con ello, a la moral y sabiduría. Poder comprender que Dios y las prominentes y altas leyes morales relacionadas con él existen no es un acto de voluntad. Uno tiene, en mayor o menor grado, la facultad de comprender o "creer" en estos fenómenos tan elevados o está desprovisto de ella. Si está desprovisto de ella, no sirve de nada que se le juzgue a tantos o tantos años de cárcel, a tortura u otras formas de suplicios. Un ser poco dotado no puede volverse un genio con estas disposiciones. El individuo tiene, así pues, aquí un campo que está totalmente fuera del dominio de las autoridades terrenas. Por consiguiente, con respecto a este campo de su conciencia, es decir, a la estructura anímica y espiritual de su mentalidad, no puede ser "culpable ante el Sanedrín" ni ser condenado por ninguna "justicia terrena". Sólo se le puede hacer responsable de los actos desencadenados por el control de su voluntad, cuando estos actos son antisociales o peligrosos para la vida y bienestar de otros seres. Sólo puede ser culpable ante "el Sanedrín" por esa categoría de actos o manifestaciones. Los fenómenos que se encuentran fuera del control de la voluntad del individuo, tales como su raza, hambre o saciedad espiritual, estado de su carácter y concepción moral, o dicho brevemente, todo lo que conjuntamente constituye su estadio evolutivo no puede cambiarse repentinamente por medio de ningún acto de voluntad ordenado. Aquí una orden jurídica no sirve de nada. Los negros son negros, los bosquimanos son bosquimanos y los esquimales son esquimales, indiferentemente de lo severa que sea una prohibición con el correspondiente castigo o tortura que se quiera imponer contra esto.
      Como aquí hemos visto, el individuo tiene, así pues, un dominio intangible al que los jueces terrenos no tienen acceso. Es en este dominio en el que el individuo, según Cristo, es "culpable ante el fuego del infierno".


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