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El redentor del mundo y los seres intelectualmente hambrientos de justicia   878. Con respecto a lo que antecede, hay que recordar que los sacerdotes o autoridades del cristianismo precisamente representan, en su mayor parte, a los seres cuya imaginación o inteligencia se abriga al cien por cien en "el perdón de los pecados" y "el reino de los cielos" ligado a él, supuestamente "espiritual" o no físico. Para ellos el misterio de la vida sólo es accesible con las fórmulas y sacramentos adaptados a su conciencia y no como hechos evidentes o ciencia. Para ellos "la gracia" y "el perdón de los pecados" es el único camino concebible a la Divinidad. Pero para los millones y millones de seres, cuya desarrollada disposición intelectual les impide "creer", los remordimientos de conciencia no se pueden eliminar por medio de ningún sacramento o "perdón de los pecados", del mismo modo que su inmensa hambre de justicia no puede saciarse con la predicación de una "gracia" que sólo es posible a través del ofrecimiento de la sangre o crucifixión de un ser inocente. No pueden encontrar alegría o satisfacción, y todavía menos justicia y amor, en el hecho de que otro ser haya sido entregado a sufrimientos ignominiosos y crueles por las imperfecciones o los excesos que han cometido ellos mismos. Saben que una justicia que se apoyara en la vida cotidiana sobre una base así imposibilitaría la construcción y existencia de cualquier cultura perfecta. Saben que esta justicia significaría que una gran cantidad de seres inocentes y amorosos, en virtud de su amor al prójimo o ganas de sacrificio, estarían voluntariamente en los correccionales o cárceles de los estados para que sus familiares culpables y faltos de amor pudieran estar en libertad. Y la vida seguiría estando marcada por el terror y los excesos continuados de estos seres.
      Experimentar que las disposiciones divinas que rigen el mundo se apoyan en principios totalmente distintos, que culminan en justicia y amor, es lo único que puede darles satisfacción y, por consiguiente, paz o bienaventuranza en la mente. Y gracias al conocimiento cósmico, universal del misterio de la vida que tenía el redentor del mundo, la mayor parte de su misión y presencia en la Tierra estaba consagrada a todas estas almas hambrientas de justicia. Es para ellas que sus frases eternas, sus prescripciones e ideales fueron directamente irradiados, y era a ellas a quienes les prometió que "el intercesor, el espíritu santo" tenía que venir y revelar todavía más de la conciencia luminosa, los métodos creadores y el amor culminante de la Divinidad. No dijo precisamente:"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados". ¿Y no sabía perfectamente que no podían saciarse simplemente con "el perdón de los pecados", en verdad lleno de paz, pero sin sabiduría? ¿Por qué, si no, tenía que prometer "el intercesor, el espíritu santo" que tenía que venir y enseñarles todas aquellas cosas que en aquel momento no podían recibir por medio de él?


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