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Si se niega la reencarnación se sigue tomando parte en la crucifixión del redentor del mundo   870. Decirles a hombres con una esperanza que el camino a la felicidad perfecta sólo puede ir a través del cumplimiento de prescripciones, que no tienen órganos, facultades ni talento para cumplir, no le puede proporcionar al individuo ninguna alegría de vivir ni estimularlo a empezar un incipiente entrenamiento o ejercicio para cumplir estas prescripciones. Y dichas prescripciones estarían, tal como hemos dicho, a favor del principio mortífero en vez de estar a favor del "amor universal". ¿Alguien puede creer que era esto lo que el redentor del mundo tenía por objeto con su sabiduría? Seguro que no. Para ello es su testimonio de amor universal demasiado entrañable y poderoso y está demasiado en contacto con la evolución o la vida misma. Pero si se niega la reencarnación, se toma parte en el hecho de que hoy se siga crucificando al redentor del mundo, se participa en la tergiversación o falsificación de su sabiduría verdadera que salva al mundo. Sin evolución esta sabiduría no tendría ningún valor en absoluto. Sin que uno "nazca de nuevo" y, a través de esta nueva vida, pueda continuar evolucionando, pueda continuar haciendo experiencias y adquiriendo cada vez más conocimientos, pueda hacer bien lo que antes ha hecho mal, no puede de ningún modo "cosechar" lo que ha "sembrado". Tanto "ver" el reino de Dios como "entrar en él" sería con ello, tal como precisamente el mismo Jesús le anunció a Nicodemo, totalmente imposible sin reencarnación. Que ser incorporado al "reino de los cielos" no puede conseguirse con la simple "gracia" y "el perdón de los pecados" ha sido, por consiguiente, un hecho evidente para el redentor del mundo. En caso contrario sólo se habría ocupado de este "perdón de los pecados". No habría tenido ninguna razón lógica para ofrecer todo el tiempo, toda la energía y todas las fuerzas que ofrecía para manifestarles a sus discípulos y a todos los otros buscadores de sabiduría sus prescripciones, parábolas e ideales, y para hablarle a la gente. ¿Sí, de qué iba a servir todo este despliegue cuando, no obstante, sólo era una manifestación de prescripciones que ningún hombre terreno podía cumplir, y cuando "la gracia" y "el perdón de los pecados" era lo decisivo? No, como hemos visto aquí, el redentor del mundo tenía plena conciencia de que los ideales no podían cumplirse en una simple vida, sino que este cumplimiento, al contrario, sería poco a poco realidad para cada ser individual a través de varias vidas como un fruto de su propio deseo, entrenamiento, voluntad y experiencias. Y a este encuentro del ser con los frutos más elevados de sus vidas anteriores lo considera, precisamente, como el regreso del "hijo pródigo" o encuentro con el Padre. Lo que ha sucedido aquí es que el hijo de Dios ha reconocido sus errores y, con ello, ha llegado al verdadero conocimiento de su Padre y a tener la verdadera actitud correcta hacia él, puede ver su propia vida, su identidad eterna de hijo de Dios. Aquí se ha convertido en el señor de la materia y, con ello, de la vida y de la muerte. Aquí ya no "peca" más (ya no comete más errores), sino que actúa de manera perfecta, es sexualmente imparcial y, por consiguiente, "ama con amor universal".


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