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Los seres sólo pueden transformarse de "animal" en "hombre divino" por medio de la evolución y no por medio de "perdón de los pecados"   869. La creación sólo puede tener lugar por medio de evolución y no por medio de ningún milagro. Ninguna forma en absoluto de "perdón de los pecados" o de ningún otro sacramento tiene como objetivo anular la evolución. Los seres siguen siendo "pecadores", que quiere decir que siguen estando predestinados a crear nuevas y graves equivocaciones en la vida, cualquiera que sea el grado en que hayan recibido "el perdón de los pecados". No es, acaso, esto lo que se convierte en un hecho para todo investigador preciso y honesto cuando observa a aquellos a "los que se les han perdonado los pecados", es decir, a los presuntos "salvados". ¿No son seres que, desde el punto de vista orgánico, se ven precisados a vivir bajo las leyes del animal, bajo los métodos del animal para la conservación y subsistencia de su especie? "El salvado", ¿no tiene, acaso, que continuar siendo el mismo "ser masculino" o "ser femenino" que él o ella eran previamente? ¿No tiene, por consiguiente, que seguir estando supeditado al mismo deseo de disfrutar del sexo opuesto, y no es torturado por los mismos tormentos de los celos que inevitablemente ocasiona todo enamoramiento? Y los seres de su propio sexo, ¿no tienen, por consiguiente, que seguir siendo seres rivales? "El salvado", ¿no tiene de alguna manera que seguir formando parte de la zona de "los seres que están en celo", mientras él o ella todavía sean jóvenes, estén bien proporcionados y se encuentren en su madurez sexual? Que algunos ancianos aleguen a veces estar muy por encima de este estado sexual no tiene ningún valor para el investigador objetivo, ya que un "antisexualismo" así en este ser sólo es un signo de decrepitud. Que el "hombre divino" perfecto se libere del instinto de apareamiento y de las primitivas simpatías y antipatías de los celos no depende de "decrepitud", no depende de que los órganos naturales de sus instintos se hayan marchitado. Un hombre verdaderamente perfecto o el auténtico "hombre divino" no es una planta marchita, no es un cadáver ambulante o una ruina de algo que anteriormente era natural y hermoso, no es un matorral consumido por el fuego. El verdadero "hombre divino" es un ser que es perfecto en virtud del florecimiento total de sus órganos, igual que "el animal". La diferencia es únicamente que, mientras el florecimiento total de los órganos sexuales del animal estimula un apetito que sólo puede acompañarse de celos y lucha y, por lo cual, estos órganos se revelan como instrumentos del principio mortífero, el florecimiento de los órganos sexuales del "hombre divino" estimula un apetito que exclusivamente puede desencadenarse como comprensión y simpatía para con todo y todos y se convierte, por ello, en un instrumento floreciente para la creación o estimulación del "amor universal". ¿Y no era, acaso, este estado mental el que el redentor del mundo representaba? ¿Y no creen ustedes que era esta atmósfera la que se encontraba en la base del reino que denominó con las palabras "mi reino" y que dijo que "no era de este mundo"? Y todas sus explicaciones, su enseñanza y sus palabras a la gente, ¿no eran acaso a favor del desarrollo de esta atmósfera? ¿No dice, precisamente, que "amar al prójimo como a sí mismo" constituye "el cumplimiento de la ley"? ¿Y no es el florecimiento de esta atmósfera mental lo que anuncia como un "nuevo cielo" y "una nueva Tierra" que, tras "el día del juicio final", se convertirán en una realidad en la Tierra? ¿Para qué, si no, este esfuerzo tan grande a favor del amor al prójimo o abolición del uso de la espada? Si todos estos mandamientos, todas estas prescripciones, que el redentor del mundo anuncia como el camino hacia el reino de los cielos, son fenómenos que los hombres no pueden cumplir, toda esta profusión de sabiduría que surgió de él no tiene sentido, es más, se convierte directamente en una manifestación del "principio mortífero" y no puede ser de ninguna manera idéntica al "agua viva" que, de lo contrario, dijo que era su sabiduría.


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