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Por qué la fe en "la gracia" y "el perdón de los pecados" entró en el mundo a través de Jesucristo   860. Todos los hombres sin excepción eran, por lo tanto, "pecadores". Y poco a poco se convirtió cada vez más en una consecuencia natural que la exigencia de amor en realidad no podía en absoluto ser satisfecha por un hombre común. Pero esto, como iba inevitablemente a llevar a "la perdición eterna", obligó a estos seres a buscar la posibilidad de una "salvación", un "milagro" que pudiera "salvarlos" de la perdición eterna. Que, en último término, este "milagro" tenía que ser una especie de "perdón", un "perdón de los pecados", se convirtió en algo evidente. Y llegó "el milagro". Ignorantes, como eran, con respecto a la reencarnación y la evolución, su mentalidad no era receptiva para ninguna otra solución al problema. Que la pasión de Cristo se convirtiera, por consiguiente, para ellos en el gran "prodigio", por medio del cual podían ser "salvados" sin cumplir en absoluto la exigencia totalmente imposible de amor, sino simplemente "arrepintiéndose" y "pidiéndole a Dios el perdón", era algo natural. ¿Cómo habría podido ser de otra manera? Debido a la práctica del cumplimiento de la ley del amor por Jesús, cosa totalmente imposible para ellos, sólo podían ver en él a un ser que divergía tanto de ellos en grandeza y conocimiento espiritual, que tenía que ser "la descendencia carnal" del mismo Dios, "nacido de una mujer" que directamente había sido fecundada por la propia Divinidad. Que un ser así podía practicar "el cumplimiento de la ley" en abundancia también se convirtió en algo natural, igual que se convirtió en algo natural que este mismo cumplimiento era imposible para ellos. Pero cuando "el propio hijo de Dios" había venido, de este modo, a la Tierra y se había encarnado en carne y sangre, tenía que haber una intención con ello. Y esta intención sólo podía interpretarse de una manera por la conciencia de estos seres, a saber, que la Divinidad "se había ablandado" y había reducido tanto sus exigencias con respecto al cumplimiento de la ley del amor que todos podían "ser salvados". ¿Qué les dijo este "hijo del mismo Dios" a estos hombres? ¿No les dijo una y otra vez a aquellos que lo buscaban con absoluta confianza: "Tus pecados te son perdonados"?, y en otras ocasiones, ¿no ha precisado: "Todo lo que le pidáis al Padre en mi nombre se os dará"? Si un hombre pide en su oración el perdón de los pecados, según Cristo, esta oración será, por lo tanto, atendida. Y cuando dice: "Tu fe te ha salvado", "el perdón de los pecados" también tiene que ser aquí lo central de esta "salvación" que se le ha concedido al interesado. Ser "salvado" tiene, claro está, que ser lo mismo que ser "liberado" del castigo por sus "pecados". Sí, estos hombres vieron cumplidos sus deseos por medio de sus palabras y de su ser, un cumplimiento que habría sido totalmente imposible darles de otra manera. Dichos hombres no habían entrenado su cerebro, no eran investigadores ansiosos de saber. No tenían necesidad de eminentes series de ideas o análisis construidos lógicamente, eran demasiado complicados e incomprensibles para ellos. Los seres en cuestión todavía eran almas infantiles muy dependientes de otros por lo que respecta a verdadero conocimiento intelectual. Todavía estaban en el umbral del intelectualismo. Estos hombres sólo habrían visto una imagen bastante oscura y triste de la desesperación si, precisamente, este acontecimiento "filial divino" no hubiera tenido lugar. A través de las palabras de Jesús, la redención del mundo también encontró el camino hacia estas almas.


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