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Los gritos en busca de la Divinidad son más fuertes que nunca. El hijo descarriado encuentra, tras el largo viaje a través del tiempo, el espacio y la oscuridad, al Padre en su propio pecho, y la vida se convierte en una luz deslumbradora   854. Así pues, Adán y Eva han crecido. El modelado del hombre en ellos por Dios ya está muy avanzado. Ahora ya empezamos a vislumbrar de innumerables maneras la imagen resplandeciente de Dios en su interior. Un reino que no era de este mundo comienza, por medio de la citada eclosión de la primavera, a mandar a las almas el alba matinal de su sol veraniego. El Adán y la Eva "pródigos" ya no miran hacia atrás, sino hacia delante. El hijo descarriado comienza a escrutar en la lejanía buscando a su Padre. Un gran grito ¿"Dónde estás"? resuena a través del mundo más que nunca. Esta importante pregunta que llevó al hombre a las regiones más alejadas de la Tierra, por las zonas más tórridas del ecuador y hasta los blancos desiertos de nieve de los polos, avanzando a duras penas por tierra y por mar y a través del cielo, a pie, a caballo y a lomos de camello, por millas de tundras, desiertos, estepas, llanos, a través de selvas vírgenes, montañas y abismos, por el sol de medianoche y la oscuridad del invierno, ¿no sigue, acaso, acechando, no sigue estando llena de expectación, no sigue implorando? El grito: "Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado" ¿no es lo que, como un fino tono triple, se pierde a lo lejos en los acordes de contrabajo de los cañones tronantes y los aviones bombarderos portadores de terremotos? Sí, la promesa que dice: "El sueldo del pecado es la muerte" está a punto de cumplirse. El mundo gime con llanto y crujir de dientes. Pero con esto el poder de la oscuridad también está agotado. Cuando el hombre terreno haya dejado toda la matanza tras sí, y las últimas nubes asfixiantes de humo de los campos de batalla se hayan esfumado del horizonte, y el estertor de los heridos haya enmudecido, entonces un nuevo paraíso, el nuevo "cielo" y la nueva "Tierra" o reino de los cielos estará muy cerca. Con el último resto de la guerra o de la atmósfera del principio mortífero desapareciendo, Adán y Eva estarán de nuevo ante el rostro del Todopoderoso. Tras ese largo viaje por el mundo, a través del espacio, a través del tiempo y a través de la oscuridad encuentran ambos, cada uno de ellos, como el hijo descarriado a su Padre eterno, no aquí o allí, sino en su propio pecho. Adán y Eva o el hijo descarriado no han estado nunca alejados de Dios, y Dios no ha estado nunca alejado de su hijo. El hijo descarriado sólo ha estado cegado por la atmósfera de los campos de batalla del principio mortífero en su propio interior. Pero ahora esto se ha consumado. La atmósfera de amor ha convertido la conciencia en clara como el cristal. El hijo se ha convertido en uno con el Padre, todo es amor, y la vida una luz deslumbrante.


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