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Los estadios intermedios entre el estado unipolar y bipolar crean degeneración del matrimonio. El instinto sexual está más liberado en el hombre terreno que en el animal   838. Convertirse en un ser bipolar no es, así pues, algo que tiene lugar en un momento. La transformación del ser vivo de un estado unipolar a un estado bipolar constituye un periodo evolutivo muy largo. Que en este periodo haya todos los distintos estados intermedios posibles entre el estado unipolar y bipolar es algo natural. Los representantes de estos estados intermedios son, así pues, más o menos seres inacabados. En estos seres la disposición para el matrimonio está en mayor o menor grado degenerando o disminuyendo de manera acelerada y son, de manera correspondiente, más o menos ineptos como cónyuges. Y cuanto más avanzado es este estado, más corto es el periodo de "luna de miel" de estos seres en el matrimonio, si la degeneración ya no es tan avanzada que el ser no se casa de ninguna manera. Pero no todos están tan degenerados que no se casen. Al contrario, aún hay un elevado tanto por ciento de hombres que todavía se casan, a pesar de que su disposición para el matrimonio es extremadamente mala. ¿Que se opinará, por ejemplo, de los hombres que, además de su esposa dada en matrimonio también tienen que tener de manera absoluta "amantes"? ¿Y qué se dirá de las mujeres que, además de su esposo no pueden vivir sin flirtear y coquetear de todos los modos posibles con otros hombres? La indumentaria y el adorno cosmético de estas mujeres: cejas afeitadas, pestañas artificiales, labios pintados y mejillas con rojo, pelo y uñas coloreadas, etc., ¿no tiene más por objeto conseguir la admiración de otros hombres que la del propio? La sed de ser admiradas por otros hombres en vez del esposo no puede hacer de ninguna manera agradable el matrimonio en cuestión. Y la cosa no está mejor si la mujer citada opina que su camuflaje es necesario para conservar al esposo para sí misma. Un cónyuge que, de este modo, prefiere una belleza camuflada en vez de la natural o verdadera es más bien un socio o compañero falso en la relación que se llama "matrimonio". Lo que estimula su amor no es el aspecto natural de su esposa, sino al contrario el ideal de mujer que su esposa, por medio de la cosmética, intenta representar. Y la esposa debe, por consiguiente, transformarse con la ayuda de medios artificiales, convertirse en una imitación o un sucedáneo de este ideal de mujer.
      Pero un matrimonio, que, de esta manera, sólo se basa en un barniz exterior en el sentido casi absoluto de la palabra, no está basado en el verdadero exterior natural del ente del ser y, por consiguiente, es falso. Pero este camuflaje sólo puede, naturalmente, reforzar la duración del matrimonio en un grado muy limitado. En la mayor parte de los casos fracasa. Los seres ya no pueden seguir estando en contacto el uno con el otro, y el matrimonio se convierte en insoportable, tiene que interrumpirse. Y los seres se apresuran hacia nuevos enamoramientos, contraen nuevos matrimonios y experimentan las mismas decepciones. "La luna de miel" en las nuevas relaciones y la consiguiente felicidad conyugal no pueden durar. Y los seres van así en vano a la búsqueda del "paraíso perdido". Ya no están en el "Paraíso Terrenal" en que creen estar. Ya no son "seres de apareamiento" en el sentido más puro. El instinto sexual está más liberado. Mientras en el animal en su sentido más puro es una disposición latente, es decir, una disposición que sólo se libera periódicamente, cuando es necesario para la procreación, en el hombre terreno se ha convertido en más permanente. El hombre no tiene así pues, como el animal, un especial "tiempo de celo", aunque quizá pueda decirse que la primavera tiene una influencia estimuladora en la vida sexual del hombre terreno. La vida procreadora del hombre no está reservada a una estación determinada del año, sino que se desencadena todo el año. El hombre terreno tiene mayor conciencia de este instinto suyo. En este ser está más subordinado a la voluntad que en el animal.


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