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Diferencia entre "el ortodoxo" celoso y "el incrédulo" noble   836. ¿Y cuál es entonces la verdadera diferencia entre "el creyente" celoso y "el incrédulo" noble? Lo que sucede ¿no es que "el creyente" celoso está en excelente contacto con los derechos dispuestos por los dogmas, por ejemplo, el derecho de propiedad sobre el cónyuge, el derecho a manifestar "indignación justa" o "ira santa" frente a los seres "impíos" o que piensan de manera distinta, el derecho a calificar de "adulterio", "pecado" y "vicio" todo pensamiento o sentimiento sexual que precisamente no se encuentre tantos y tantos metros dentro del terreno fijado por los dogmas y tradiciones como "zona normal"? En caso contrario él o ella no es un "creyente" celoso. ¿Y no sucede que "el incrédulo" absolutamente noble no puede sentir animosidad contra nada ni contra nadie? Ni siquiera puede servirse de su derecho, según los dogmas, de sentir "indignación justa" o "ira santa". No apedrea a nadie calificándolo de "pecador" y no desea para nadie "el castigo del infierno" o "perdición eterna". Ni siquiera apedrea a un cónyuge "infiel" o a otros que se han salido del marco sexual determinado por los dogmas. ¿No sucede acaso que el calificado de "incrédulo" a veces es un ser que no tiene en su conciencia la disposición especial al matrimonio y cuya más elevada exigencia mental no desea, por consiguiente, en ningún sentido tener o poseer a un ser para sí mismo, ya sea de sexo contrario o del propio sexo? ¿Y necesita este ser, debido a ello, ser "anormal", es decir, una especie de individuo malogrado que es un impedimento y un inconveniente para la consumación de la obra creadora divina por medio de la cual la Divinidad deja que "el hombre perfecto" surja del animal? ¿No sucede acaso que seres de esta categoría han tenido, precisamente, que realizar grandes misiones en esta gran obra creadora? ¿Qué se opina del gran nazareno? ¿Creen que su misión se habría logrado tan bien si hubiera habido una "señora Cristo" con la correspondiente familia, hijos e hijas, que criar, mantener y alimentar? ¿Cómo le habría sido posible experimentar el amor con una plenitud tal que el gran mandamiento, que es el cumplimiento de la ley, como una onda de luz pudiera vibrar a partir de su ser sobre el mundo y a lo largo de milenios con una frase eternamente imperecedera: "amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo", si hubiera estado sometido a un monopolio matrimonial? Entonces su ser, ya antes de convertirse en palabra y expresión, es más, antes de que simplemente fuera un pensamiento en él, habría sido la pura manifestación de "adulterio" y, por consiguiente, de "infidelidad" o "traición" hacia el cónyuge. El monopolio conyugal prescribe, como sabemos, lo siguiente: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer". Y por añadidura se dice con respecto al mismo monopolio: "Cualquiera que mire a una mujer con mal deseo hacia ella ya adulteró en su corazón". Pero, ¿cómo va a poder un hombre casado cumplir tal prescripción y al mismo tiempo cumplir la gran ley del amor? Si un hombre casado, además de amar a su esposa, ama a otra mujer como se ama a sí mismo, comete, claro está, "adulterio", igual que sucede lo mismo si una mujer casada además de amar a su esposo ama a otro hombre tanto como se ama a sí misma.


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