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El matrimonio en el estadio evolutivo actual del hombre terreno. "La luna de miel" sólo es una mirada retrospectiva al "paraíso perdido" de la humanidad terrena. Su camino se dirige inevitablemente hacia un nuevo paraíso de alturas mentales o cimas luminosas hasta ahora insospechadas   834. Ningún hombre ni ninguna mujer en el actual estadio evolutivo ha nacido, así pues, para poderse dar total o completamente a un ser de sexo contrario. Es cierto que los seres se casan y creen mutuamente haberse dado a sí mismos a la otra parte y, por consiguiente creen poseerse mutuamente, pero esto no es verdad. La duración de la embriaguez que da esta posesión (o felicidad matrimonial total) ya es tan corta que no tiene ninguna relación lógica con el periodo para el que está determinada, a saber, el tiempo de vida físico conjunto de la actual vida terrena de los cónyuges. El hecho de que se busque remediar este inconveniente del matrimonio por medio de las autoridades y una partida de matrimonio no puede asegurar la duración de esta embriaguez de la posesión, aunque naturalmente hay que decir que estas disposiciones son un sólido refuerzo del matrimonio tras el cese de la embriaguez. A este periodo de euforia paradisíaca matrimonial se lo denomina con el nombre de "luna de miel". Si durase toda la vida física de los cónyuges no habría habido nunca necesidad de usar disposiciones jurídicas o legales en relación con el matrimonio. Dos seres que de manera recíproca son el uno la felicidad total del otro, al mismo tiempo que se poseen mutuamente, no tienen de ninguna manera necesidad de que nadie refuerce su felicidad.
      Pero este estado de felicidad sólo es posible en un "paraíso" en el que no se disfruta del "árbol de la ciencia". Como este disfrute, no obstante, es una condición vital, siempre creciente, para el hombre terreno en forma de la nueva esfera de interés anteriormente citada, no es tan extraño que su disposición para cumplir las leyes de este "paraíso" tenga que reforzarse cada vez con más muletas en forma de reglamentos jurídicos o sólo pueda promoverse en el sillón de ruedas que llamamos "una partida de matrimonio". Que a este ser se le permita vivir en "el paraíso perdido", por medio de una pequeña visión retrospectiva en cada una de las primaveras de sus vidas terrenas, no puede anular el inevitable hecho de que el gran mensajero de la Omnipotencia lo lleva, a velocidad creciente, hacia un nuevo paraíso de alturas mentales o cimas luminosas hasta ahora insospechadas.


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