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Los individuos de cada sexo tienen que compartir la admiración del sexo contrario con una nueva esfera de interés que ha surgido en este sexo   833. El hombre terreno tiene, por consiguiente, una facultad de admirar, que no tiene nada que ver con su facultad de admirar a los seres de sexo contrario. Como ya hemos dicho, manifiesta, así pues, dos naturalezas esenciales bastante prominentes en su conciencia. La facultad de admirar a los seres de sexo contrario, y la consiguiente convivencia matrimonial, es la más antigua de estas naturalezas. Se ha heredado, claro está, del estadio primitivo de los seres, en el que dominaba totalmente su esfera de interés. La otra faculta de admirar, que le ha dado al individuo una esfera de interés totalmente nueva, es algo que ha surgido posteriormente. Esta "nueva esfera de interés" que ha aparecido no puede evitar ser un rival que compite por la admiración, el favor y la adoración consiguientes del sexo contrario hacia quien la posee.
      Que la facultad de los seres de admirar se haya dividido, de este modo, a favor de la admiración y adoración de algo que se encuentra fuera del sexo contrario no ha podido de ninguna manera beneficiar el interés del ser por este sexo. Los seres de este sexo tienen, por consiguiente, que resignarse a no seguir poseyendo la admiración total del sexo contrario. Esto quiere decir, por su parte, que la mujer tiene que compartir el favor del hombre con la nueva esfera de interés que ha surgido en él, al igual que el hombre, que del mismo modo tiene que compartir el favor de la mujer con la nueva esfera que de manera similar ha surgido en ella.


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