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| Todos fecundan a todos, del mismo modo que todos son concebidos por todos. La experimentación de la vida es en un sentido absoluto un desencadenamiento sexual. Por qué las funciones de la vida no son siempre un placer. Lo desagradable es igual de necesario que lo agradable |
826. Así pues hemos empezado a presenciar aquí que el proceso, que por lo demás sólo conocemos como un acto sexual común entre un "ser masculino" y "un ser femenino" y que incluso por algunos se considera como un fenómeno profano, primitivo y degradador, sí, en gran medida se considera directamente como "pecaminoso" y, por consiguiente, indigno, como principio es, en realidad, la esencia de la vida misma, es su esencia eterna y más profunda que todo lo penetra, tanto exterior como interiormente.
Este principio está todavía más difundido que las crestas de las olas del océano, es el océano mismo.
Es la inmensidad de agua que forma el mar.
"Concepción", "embarazo" y "nacimiento" son estadios que todas "las clases de movimiento" tienen inevitablemente que atravesar en su contacto con el yo.
Son, de este modo, mojones del paso del "movimiento" por el dominio del yo.
Cada vez que un ser percibe algo, experimenta una impresión, experimenta un pensamiento, una idea, se imagina algo es objeto de una "concepción".
Y con todas las experiencias que ha hecho suyas, y que forman su conciencia, queda "embarazado".
Y en este embarazo estas experiencias son transformadas por el yo en "embrión", en "feto", en nueva vida que corre hacia su "nacimiento" para dar, de nuevo, "semen", ser causa de "fecundación" o "reproducción" de nueva vida para otros seres y así sucesivamente.
Mientras cada nueva experiencia, es decir, la asimilación de cada nueva impresión, es una "concepción", toda forma de manifestación o revelación de nuestros pensamientos, toda forma de desencadenamiento de nuestra voluntad y fuerza creadora es una "fecundación" de nuestro entorno o de los seres para los que nuestra revelación se convierte en impresión.
Las impresiones que le causamos a nuestro entorno son, así pues, nuestro "semen".
Todos fecundan a todos, del mismo modo que todos son concebidos por todos.
En realidad, nos encontramos en un íntimo contacto sexual con todo el mundo.
La experimentación de la vida es, en un sentido absoluto, un acto sexual.
No es extraño que todas las funciones normales de la vida sean un placer. Comer es un placer, hacer de cuerpo es un placer, tanto trabajar como poder descansar es un placer. Poder oír, ver, oler saborear y sentir es un placer. Tanto poder nacer como poder morir es un placer. Todo lo que está en contacto directo con las leyes de la vida es y sigue siendo y será eternamente un placer. Allí donde esto no se siente así, sólo se está indirectamente en contacto con las leyes de la vida. Como ya sabemos, estos contactos indirectos tienen necesariamente que ser dolorosos en el marco de un cierto campo físico, porque si no los contactos directos, es decir, la dulzura de la concepción y la fecundación, jamás podrían llegar a ser realidad, y todos los seres estarían totalmente privados de la más alta culminación de la experimentación de la vida, es decir, de la experiencia tanto física como mental de que "todo es muy bueno". Porque, ¿cómo se podría hacer esta experiencia si no hubiera posibilidad de crear y experimentar su contraste? Es verdad que este contraste, debido a su naturaleza portadora de dolor y sufrimiento, no se percibe en el momento de la experimentación como algo que es bueno, y naturalmente tampoco lo sería nunca si precisamente no le proporcionase inevitablemente al individuo conocimiento, es decir, la facultad de distinguir "placer" de "malestar". Como esta facultad constituye el principio de la vida misma, sí, es la misma conciencia, todo lo desagradable tiene que considerarse igual de necesario que lo agradable y, por consiguiente, hay que reconocerlo como igual de bueno. |
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