Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(639-1052) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

La aparición del ser como una individualidad se basa exclusivamente en la existencia del yo. Si la individualidad sólo fuera una imagen surgida de la fantasía. La negación de la existencia del yo por el materialista es una prueba de la inalterabilidad de su propia individualidad   811. Si la sensación de un centro que todo lo domina y que dirige la voluntad, que expresamos como el yo, fuese un fenómeno muy detallado y de alto colorido, en nuestra conciencia no habría nada en absoluto que pudiera experimentar nada en absoluto. Todo tendría que ser movimiento o materia. Los dos contrastes que son la condición absoluta para toda percepción, por pequeña que ésta sea, faltarían totalmente. La conciencia sería un océano. Pero, ¿cómo podríamos encontrar la individualidad de la gota de agua en el océano? Sí, ¿cómo existiría, en resumidas cuentas, alguna individualidad? La experimentación de centro o de yo es, claro está, lo único que puede separar la gota del océano. Pero si la experimentación faltara totalmente, la gota no podría nunca, en ninguna circunstancia, separarse. La individualidad sería absolutamente imposible. Pero actualmente esta experimentación domina totalmente la conciencia de todo hombre normal, es más, no sólo domina "el mundo interior" de cada ser, sino que también, si bien es verdad de modo indirecto, la realidad más visible del "mundo exterior" de cada ser. Este "algo" divino o la presencia del yo en el ser es lo único que hace que veamos a los seres vivos como seres individuales separados o individuos. Vemos océanos de conciencia aparecer en gotas "sueltas". Y finalmente también se impone el hecho de que esto se revela de una manera cada vez más clara cuanto más evolucionado está el ser. La experimentación de individualidad en todos los campos es cada vez más inconmovible con la evolución del ser. Lo contrario se impondría de una manera absoluta si lo que acabamos de mencionar no fuera la experimentación de un fenómeno verdadero y sólo fuera una simple imagen de la fantasía. Esta imagen tendría que disiparse o esfumarse totalmente, como el rocío ante el sol, para el intelectualismo ascendente. Pero ningún ser vivo puede hacer que esta experimentación se esfume. Incluso el peor materialista que niega al cien por cien la existencia del "algo" o yo divino, en que se basa exclusivamente el principio de individualidad, confirma en sumo grado con esta negación su propia individualidad, ya que la negación sólo puede existir en sí misma como una revelación de la separación de su propio yo de "esto". Dicho "esto" es, en este caso, "la negación". Ésta es, a su vez, "algo" que él manifiesta. Este "él" es, claro está, la expresión de la individualidad de la que se separa su negación y, por consiguiente, da prueba de su origen como "individualidad". De este modo se ve que la más alta naturaleza del ser vivo no puede descomponerse en ideas, palabras o pensamientos. Permanece eternamente, inconmovible e independiente tanto de la negación como de la afirmación. Siempre es "algo que es", lo sepamos o no, lo comprendamos o no.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.