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Una mirada retrospectiva del material con el que podemos documentar la existencia del yo   810. Con nuestra pequeña incursión fuera de la zona del título de nuestro tema, "las sustancias de la vida", hemos cimentado con un material inalterable nuestro conocimiento del encuentro de los movimientos con el yo. Hemos visto que es imposible ignorar la existencia de un "algo" que dirige el pensamiento y la voluntad, y que este "algo" aparece en nuestra propia percepción de la vida como un centro que experimenta y dirige el pensamiento y la voluntad. Hemos visto que los seres vivos ya conocían y expresaban este centro o yo todavía antes de tener talento poético o intelectual, y que, debido a esto, esta expresión no podía, por consiguiente, haber surgido por medio de la poesía o la especulación, sino que sólo se podía haber producido como una disposición necesaria y puramente práctica por medio de la cual los seres podían expresar los unos para los otros esta sensación de un centro que dominaba en alto grado su conciencia, todavía antes de que las "imágenes surgidas de su fantasía" pudieran dejarse, de alguna manera, sentir en su sensación de la vida o primera incipiente conciencia diurna. Concentrándonos en nuestro propio ser, en nuestro propio ente hemos obtenido una nueva confirmación de la existencia inalterable del "principio trino". Así se ha convertido en una realidad inalterable para nosotros que existe algo más que "la materia" o "el movimiento", y que el simple conocimiento de este fenómeno no puede de ninguna manera cubrir la realidad o ser un análisis satisfactorio de ella. Como la existencia del yo se ha convertido, así pues, para nosotros en una realidad igual de viva que la materia, nos es más fácil comenzar a conocer y aceptar la suprema estructura y manifestación del ser en la eternidad misma. Los primeros detalles de esta estructura en nuestra percepción de la vida constituyen, por lo tanto, la impresión de centro que llamamos "yo". Este yo se experimenta como lo más íntimo en nuestra percepción de la vida, es más, tan adentro que está tras todas las cosas visibles o perceptibles, y así mismo, tras todos los pensamientos, todas las ideas o conceptos que, en resumidas cuentas, puedan surgir o producirse en nuestra conciencia. Se encuentra tras toda forma de materia o tras toda forma de movimiento. Esto quiere decir, por consiguiente, que está tras la conciencia misma. Como, así pues, está "dentro de" todo lo perceptible, nuestra sensación de la presencia de este yo sólo puede percibirse como un "punto ciego" y, con ello, confirma su propia identidad suprema como un "algo" que existe por encima de toda materia, energía y movimiento. Si no fuera precisamente un "punto ciego" así, una "X" así, tendría que ser idéntico al movimiento o a la materia, tendría que ser idéntico al pensamiento o a la conciencia. Pero entonces, ¿cómo habría sido nuestra experimentación de la vida?


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