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La vieja expresión "El Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas" se convierte en realidad. Por qué esta expresión da a la naturaleza la denominación "aguas". "Espíritu" y "el espíritu santo"   805. Nos hemos dado una pequeña idea de cómo nuestra propia experiencia de nuestro propio "ente" o "yo" se desencadena primero como una percepción de un mundo "exterior" accesible para los sentidos, y luego como un "mundo interior" que no podemos ver con los sentidos físicos externos, pero en el que, sin embargo, podemos penetrar, en mayor o menor grado, con nuestra voluntad y al que podemos transformar, y mediante lo cual este mundo también se revela, de este modo, como formado por materias con las que, en cierto modo, podemos hacer juegos malabares. Pero como la materia de estos dos mundos sólo puede, de este modo, experimentarse como una materia "exterior" y una materia "interior" respectivamente, desde hace mucho tiempo el ser vivo ha tenido que señalar esto con el reconocimiento de sí mismo. Y es conforme a ello que a la primera materia citada la denominamos "materia", mientras que a la última materia citada la denominamos "espíritu". Tras el concepto "espíritu" se esconde, de este modo, una realidad que es igual de real que todos los fenómenos físicos, aunque no pueda transformarse o tomarse con las manos físicas directamente. Negar la existencia del mundo espiritual sería lo mismo que negar la función de la propia conciencia. Pero no hemos visto solamente la existencia de estos dos mundos, también hemos visto que no hay ninguna materia física que no revele "espíritu", del mismo modo que hemos visto que no hay ninguna forma de "espíritu" que no revele materia. Jamás podremos experimentar una materia física que en su estructura no revele lógica, es decir, manifestación de voluntad, que a su vez es lo mismo que manifestación de pensamiento o de conciencia y constituye, de este modo, una revelación de "espíritu" al cien por cien. Del mismo modo es igual de imposible experimentar un "espíritu" que no exprese nada que en su primer origen no esté formado por "impresiones" del mundo físico exterior. La vieja y eterna expresión: "El Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas" se convierte aquí en una realidad viva e irrefutable. Tras el organismo físico de todo ser vivo existe su "mundo interior", su conciencia, es decir, su "espíritu". Como la llamada "naturaleza" expresa en el mismo alto grado lógica, pensamiento y manifestación de voluntad, y revela con ello que detrás hay una conciencia, y conciencia es lo mismo que "espíritu", este "espíritu" tras la naturaleza se convierte, así pues, aquí en una realidad igual de irrefutable. Que la vieja expresión dé a la naturaleza la denominación de "aguas" no cambia el principio. Esta palabra sólo expresa, en realidad, un cierto estadio del proceso creador de la Tierra, en el que el agua formaba de manera abrumadora la materia física dominante, un estadio que todavía hoy domina en la manifestación de la Tierra, no sólo en la naturaleza, sino también en grado predominante en los organismos de los seres, tanto los vegetales como los animales. Que a este "espíritu" se le defina, a su vez, tanto como "espíritu" y como "el espíritu santo" sólo expresa el comienzo de la clasificación y agrupamiento de los fenómenos de la materia espiritual por el ser vivo. Se empieza a reconocer que estos fenómenos son materiales más o menos favorables para la construcción del propio "mundo interior", se empieza a diferenciar estos fenómenos como "sustancias de la vida" más o menos buenas.


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