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"El concepto yo" del ser y los conceptos tales como "dioses" y "espíritus" y otros parecidos son "la boca que habla de lo que rebosa el corazón", y confirman la presencia de "algo" en la conciencia del ser para lo que ha tenido que crear expresiones todavía antes de tener talento poético o una inteligencia desarrollada   796. Que el ser busque revestir esta sensación innata y primaria de la naturaleza de su propio "ente" con productos de su pura imaginación exterior es natural. Todos los seres más avanzados, tanto del reino animal como de entre los hombres, buscan manifestar exteriormente aquello de lo que su conciencia o alma está llena, lo cual también se manifiesta en la vieja frase que dice: "la boca habla de lo que rebosa el corazón". Cuando los pájaros cantan, los animales rugen y los hombres hablan, es únicamente para expresar algún aspecto especial de su modo de experimentar la vida. Cuando tanto el hombre primitivo como el hombre civilizado "cree" en un "Dios" o "dioses", sólo es, claro está, porque su "corazón", que en este caso quiere decir su conciencia o esfera de pensamientos, está lleno de imágenes o percepciones vagas de que tanto tras la naturaleza o tras todos los fenómenos exteriores que lo rodean como en su propio interior inmaterial existe un yo. Toda esta vida imaginativa, tanto sobre "dioses" y "espíritus" como el concepto "yo" del ser, tiene, así pues, su raíz exclusivamente en el interior del ser, inaccesible a los sentidos y, por consiguiente, desconocido. Del mismo modo que el ser ha tenido poco a poco que crearse expresiones para su parte inmaterial, pero centro dirigente o guía de la voluntad, también ha tenido, naturalmente, que encontrar poco a poco una expresión para la existencia de un centro así, director de la voluntad, en los seres que lo rodean y en el resto de la naturaleza o tras todo lo que revela creación, vibración o movimiento lógico con una voluntad dirigente. Que al principio de la historia evolutiva de los seres estas expresiones son muy primitivas, es decir, que sólo son puras representaciones de sentimientos que no se basan en ninguna explicación detallada e intelectual, del mismo modo que el yo tampoco se basa en ninguna explicación así, es algo natural, puesto que el particular desarrollo de la facultad de la inteligencia a un nivel tal que el ser por medio de ella pueda estar en condiciones de relacionar sus experiencias e ideas con un contacto al cien por cien con la realidad y, así, experimentarlas como hechos científicos, entra en la vida de la conciencia del ser en un estadio mucho más posterior que la facultad del sentimiento. Que hasta este momento el ser sólo puede expresar su sensación de la vida en forma de expresiones de sentimiento, que hasta un cierto grado son lo mismo que lo que llamamos superstición y fantasía, se muestra aquí como una consecuencia muy natural e inevitable.


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