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Tenemos la sensación de que el yo es lo más profundo que hay en el centro de nuestro propio organismo. Toda nuestra manifestación es una acentuación de "yo" y "esto". El yo es "el punto fijo" alrededor del cual gira todo "movimiento". "El principio trino" se confirma por medio de nuestra propia sensación de experimentar la vida   793. Pero, ¿cómo es entonces la propia e íntima sensación que el ser tiene de su propio "ente" o "yo"? Aquí sólo puede tratarse de un solo tipo de sensación, a saber, "la sensación de un centro o núcleo central". Todos sin excepción sentimos el yo como lo más profundo que hay en el centro de nuestro propio organismo. En nuestro propio centro no puede sentirse nada más que, precisamente, el yo. Tan pronto como una sensación se desvía de este centro, la expresamos enseguida como "esto". Cuando decimos "mi organismo", esto sólo es en realidad una transcripción de "yo" y "esto", es decir, de "yo" y "movimiento" y, por consiguiente, de "yo" y "sensación". Y así será con cualquier situación que podamos percibir con los sentidos. Tan pronto como se trate de una sensación y, con ello, de percepción y manifestación, sólo puede expresarse como alguna forma de "yo" y "esto". Cuando decimos "yo vi", "yo sentí", "yo di" o cosas parecidas, todas estas situaciones, todas estas formas de manifestación, experimentación, o percepción sensorial sólo pueden ser, en realidad, una sensación de la separación del yo de "esto", del mismo modo que el objetivo de cada expresión concreta sólo es remarcar esto. Cuando, como ya hemos mencionado, decimos, por ejemplo, "yo vi", "yo" y "vi" serán dos cosas distintas, a saber, "yo" y "esto", que, a su vez, son lo mismo que "el punto fijo" y "el movimiento" respectivamente. Como "el punto fijo", por su parte, es lo mismo que quietud, no podemos ignorar la identidad del yo como un "algo" que existe, y cuyo único análisis es que "es". Aquí vemos claramente cómo el yo aparece como el centro inmóvil de la conciencia. No puede haber nada más allá de él. Por sí mismo es lo más íntimo. Todo lo que se puede nombrar en relación con el yo sólo puede percibirse como separado de él. Y por esto todo lo que se experimente sólo será en sí una acentuación de esto. Negar su existencia es, por consiguiente, contradecir nuestra propia experiencia cotidiana, que es lo mismo que contradecir los hechos y, por lo tanto, expresar que uno está desorientado y vive de una ilusión. La verdad es que toda nuestra experimentación de la vida, toda nuestra manifestación y percepción sólo puede existir como una experimentación de "yo" y "esto". El yo es lo no perceptible o inmaterial, y "esto" lo perceptible o material. Por lo tanto no podemos borrar a este yo, aunque en sí mismo sea totalmente inaccesible a la percepción. Es y seguirá siendo "el punto fijo", alrededor del cual gira todo "el movimiento", y "el algo", en cuya inaccesibilidad para los sentidos se pierde el alfa y la omega o el principio y el fin de toda manifestación y creación.
      Pero dado que cada forma de experimentación, cada impresión sensorial, cada sensación forma parte de este "algo" nuestro, inaccesible para la percepción, del mismo modo que todo deseo o anhelo de actuación y manifestación viene de este mismo "algo", que se encuentra más allá de todo terreno, tiempo y espacio, su existencia se manifiesta, por consiguiente, como uno de los hechos más vivos que, en resumidas cuentas, puede existir. Y aquí hemos visto la existencia del "algo divino" o confirmación del "principio trino" en forma de nuestra propia percepción de nuestra existencia y de nuestra experimentación de la vida y de la conciencia.


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