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Cuando el yo y "el movimiento" se encuentran   789. Todo "movimiento" y, por consiguiente, toda conciencia, tiene su origen absolutamente primero en "X2". Como ya hemos dicho, en la zona de "X2" tiene así lugar el estado particular, que no existe en ninguna otra zona, de que "el movimiento" limita con un, no relativo, sino absoluto "punto fijo". Pero si este "punto fijo", que es lo mismo que "X1" o el yo, por sí mismo no es "sustancia" o "materia", ¿cómo puede entonces tener alguna influencia sobre "el movimiento"? Y "el movimiento", ¿cómo puede influir sobre el yo, cuya naturaleza es la quietud absoluta?
      Aquí la respuesta será que estos dos factores no tienen la menor influencia directa el uno sobre el otro por lo que respecta a la sustancia. El encuentro de estos factores tiene lugar de un modo o en una situación que no tiene ningún paralelo en el mundo de los sentidos. Su encuentro es en sí mismo inmaterial. El yo es de antemano inmaterial y, por lo tanto, no puede ser por sí mismo ningún contraste material del "movimiento". Éste, por consiguiente, en el momento en que encuentra al yo, y de este modo ya no tiene otros movimientos como contraste, estará fuera de la percepción. En esta situación será totalmente igual a la "X" a la que se ha dirigido. Pero como este encuentro del yo con "el movimiento" deja, no obstante, tras sí el efecto perceptible por los sentidos que llamamos "experimentación de la vida", que es lo mismo que la sensación que tiene el ser de "yo" y "esto", este encuentro entre el yo y "el movimiento" no puede eludirse con explicaciones ni negarse, sino que tiene que permanecer como el primer e incipiente origen de toda percepción.
      Que el encuentro entre estos dos factores no es del mismo tipo con que, en otras ocasiones, designamos el contacto entre dos energías, se convierte de este modo en un hecho. Cuando dos energías se tocan la una a la otra tiene lugar una colisión entre dos "clases de movimiento". A una colisión así la llamamos generalmente una "reacción", del mismo modo que es la misma reacción la que da lugar al "desgaste", "la erosión", "los estragos del tiempo" o cosas parecidas.
      Como el yo no es sustancia y, por lo tanto, tampoco representa "movimiento", no puede tener lugar ningún "desgaste" en el encuentro del "movimiento" con el yo, tal como sucede con el encuentro del "movimiento" con otro "movimiento". Este encuentro entre el yo y "el movimiento" está, por consiguiente, fuera de todo lo que forma parte de los conceptos "desgaste" o "estragos del tiempo" y, de este modo, representa un "ser eternamente" o lo que expresamos como "inmortalidad" de los seres.


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