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La correspondencia íntima con la Divinidad se convierte en "conciencia cósmica"   758. Por consiguiente, siempre estamos rodeados de seres que son, en muy alto grado, los instrumentos de percepción por medio de los que la Divinidad nos percibe, y nosotros recibimos respuesta de ella, aun cuando estos seres no siempre aparezcan como seres de nuestro entorno físico habitual. Por medio de estos seres psíquicos se hace posible la correspondencia íntima con la Divinidad. Sin estos seres, toda forma de ruego íntimo a la Providencia o Divinidad sería totalmente en vano, ya que, en este caso, dicha Providencia o Divinidad carecería de instrumentos de percepción, en virtud de los cuales pudiera experimentarse esta correspondencia. Pero gracias a la existencia de estos seres, el ruego íntimo a la Divinidad puede tener lugar y poco a poco hacer que el ser vivo o hijo de Dios tenga cada vez más confianza en el Padre. No se puede dejar de tener confianza en un ser con el que se habla a menudo o al que uno se dirige frecuentemente. Y gradualmente el resultado del intercambio íntimo de cada ser con la Providencia eterna es que este ser, finalmente, ya no puede evitar ver a esta Providencia como un ser personal, cuya voluntad ha sido y sigue siendo tan generosa a favor del hijo de Dios, que a éste le es imposible, cuando se dirige de nuevo a él, dejar de exclamar: "Padre, hágase tu voluntad y no la mía". Y aquí comienza el intercambio perfecto entre Dios y el hijo de Dios. Aquí empieza el hijo a experimentar la vida de Dios y su propio estado como siendo su "imagen". Y a esta experiencia la denominamos "conciencia cósmica". Y de aquí en adelante el hijo de Dios habla de una forma más real y verdadera, más íntima y entrañable con su Padre eterno que con ningún otro ser.


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