Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(639-1052) 
 
Búsqueda avanzada
Véase el símbolo nº 11 en nueva ventana    

 

La divinidad se convierte en un hecho. Se nos da acceso a que hablemos con la Divinidad como uno habla con su prójimo. Nuestro prójimo es el instrumento de percepción de la Divinidad frente a nosotros   753. Pero experimentando la culminación de intelectualismo con una profusión tal de plenitud, tanto en las regiones de sombras como en las de luz, un Dios verdaderamente vivo se convierte además en un hecho para nosotros. Sin pensamiento, voluntad o conciencia no puede manifestarse ningún intelectualismo. El intelectualismo sólo puede existir como una propiedad de la conciencia. Si el universo no fuera conciencia, no podría manifestar ninguna forma de intelectualismo. En la solución del misterio de la vida hemos encontrado, de este modo, a la auténtica Divinidad verdaderamente viva y su especial despliegue de energía frente a nosotros, así como nuestra propia manera de reflejar este despliegue. Hemos visto que nuestra vida es una correspondencia personal con la Divinidad. Sí, hemos puesto la base o fundamento para que esta correspondencia nuestra con la Divinidad, o lo que llamamos nuestro destino, pueda comenzar a ser una conversación viva y consciente con nuestro Padre eterno, y toda nuestra existencia se convierta, con ello, en un estar de manera consciente y personal con él, pueda convertirse en un intercambio mutuo y consciente de pensamientos, igual de personal y vivo que el que tiene lugar en una relación normal entre un padre y un hijo físicos. Sí, se nos ha dado acceso a vivir personalmente con la Divinidad de un modo en que, por lo demás, sólo solemos vivir con nuestro prójimo. Es más, la Divinidad se nos ha mostrado, incluso, en carne y sangre cuando hemos descubierto que precisamente ésta es nuestro prójimo y que su voz, las palabras que nos dirige, su amor, su instrucción y enseñanza, así como la manera en que nos recrea, sólo puede manifestarse a través de este prójimo. Lo que hacemos contra este prójimo lo hacemos, de este modo, contra la Divinidad. Si hacemos la vida dificultosa para este prójimo, dificultamos que la Divinidad pueda realizar nuestros propios deseos, anhelos y objetivos, porque Dios sólo puede manifestar esta realización a través de nuestro prójimo. Nuestro prójimo es el instrumento de manifestación de la Divinidad, su organismo, sus órganos físicos de percepción y su conciencia.
      Al transformarse esto en algo vivo para nosotros, el camino que conduce fuera de la oscuridad, que en realidad sólo es nuestra propia ignorancia, se nos ha hecho visible y, con ello, de fácil acceso y muy practicable. Que tenemos que amar a este prójimo como a nosotros mismos se nos ha hecho evidente, porque precisamente también es el único modo de poder entrar verdaderamente en contacto con el origen del universo y mostrarle nuestro amor. Los sentidos de nuestro prójimo son los únicos sentidos por medio de los que la Divinidad, en resumidas cuentas, puede percibir o sentir nuestra existencia, nuestros deseos o anhelos. Lo que hacemos contra nuestro prójimo lo hacemos, tal como ya hemos dicho, contra la Divinidad. Y la Divinidad no puede dejar de responder a lo que hacemos contra ella. La ley del amor funciona tan abundantemente en el cuerpo de la propia Divinidad que las verdades transmitidas: "Como un ser siembre, así cosechará", "Buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá, pedid y se os dará" se convierten en hechos científicos.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.