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| El sufrimiento de los seres no puede justificarse con que favorece a los sucesores. Sin renacimiento cada estadio evolutivo se convierte no sólo en superfluo, sino también directamente en imposible |
741. Con respecto a esto alguien objetará quizá que, sin embargo, lo bueno de este fenómeno es que los seres que vienen después serán más perfectos y experimentarán formas de existencia más elevadas y hermosas.
Sí, pero esto, claro está, también carece totalmente de sentido.
Estos seres que vienen después de nosotros no han vivido anteriormente y, por consiguiente, no pueden de ninguna manera haber deseado o añorado esta forma de existencia perfecta o elevada, sino que nacen en medio de ella sin haber hecho el menor esfuerzo o haber tenido la menor molestia para alcanzarla.
Pero en cambio esta existencia es en sumo grado una esperanza o deseo profundo e íntimo en los seres que viven actualmente.
Pero éstos jamás experimentarán una existencia perfecta de este tipo, ya que perecerán o morirán al mismo tiempo que su cuerpo físico.
Es cierto que los seres que viven actualmente han tenido ventajas que sus antepasados no tuvieron, tal como: organismos más refinados, una inteligencia más desarrollada, mejores comunicaciones, mayor higiene y viviendas en mejores condiciones, conocimientos técnicos geniales, etc.
Pero, ¿para qué estas condiciones mejores y más perfectas?
Las condiciones de vida de nuestros antepasados no pueden de ninguna manera haberse quedado anticuadas, haberse convertido en aburridas, haber sido vividas hasta sus últimas consecuencias por seres que nunca las han experimentado.
Las condiciones de vida a las que estos antepasados han estado sometidos tienen, con todo, que tener la misma actualidad, despertar la misma alegría para cada nueva generación que nace, puesto que no ha existido con anterioridad.
Si los seres que viven actualmente jamás han existido anteriormente, tendrían que poder encontrar exactamente en el mismo grado plenitud en una existencia con las mismas condiciones de vida primitivas anteriores que tuvieron sus antepasados.
Las nuevas condiciones mejoradas serían tan poco necesarias para el hombre actual como lo fueron para el del pasado, es más, serían absolutamente superfluas, particularmente porque una existencia así, elevada y mejorada, no puede ser de ninguna manera un deseo o anhelo en los seres, en tanto no hayan experimentado absolutamente su contrario o se hayan saciado de él.
Hasta que no se alcance esta saciedad sólo se tendrá, precisamente, hambre o deseo de este contrario y, así pues, dicho contrario producirá, de modo correspondiente, felicidad y alegría.
Y en tanto se esté contento con él, la forma más elevada y perfecta de civilización o existencia no puede tener de ninguna manera actualidad, es más, incluso será objeto de la antipatía y la directa persecución por parte de los seres en cuestión.
¿No son acaso todas las formas de persecución religiosa una prueba irrefutable de ello?
¿No son las luchas políticas una expresión de lo mismo?
Todos los seres, sin ninguna excepción, sentirán antipatía contra los fenómenos que son lo contrario de los fenómenos que no han experimentado hasta sus últimas consecuencias y de los que no están saciados y, por consiguiente, aún desean de una u otra manera.
Estos fenómenos serán, por consiguiente, la fuerza motriz de sus deseos o de su vida.
Pero un ser que nunca ha existido con anterioridad no podrá nunca manifestar esta saciedad de una forma de vida. ¿Cómo se habría podido producir? Nuevas generaciones, es decir, seres que nunca han existido antes y, por lo tanto, existen por primera vez con su vida actual no pueden de ninguna manera estar saciados ni de las formas de existencia primitivas ni de las intelectuales. Por naturaleza tienen que ser totalmente inmunes tanto a la una como a la otra forma de existencia. Un ser así tiene que ser igual de feliz en cada forma normal de existencia, indiferentemente del tipo de naturaleza que represente, indiferentemente del estadio o peldaño de la escala de perfección en que nazca. Pero si, de este modo, alcanza la misma felicidad o plenitud de vida, con total independencia del estadio o peldaño de la escala en que nazca, estos estadios o peldaños son totalmente inútiles. Si los seres en un determinado estadio son igual de felices que los que se encuentran en estadios todavía más elevados, ¿por qué entonces estos estadios elevados? ¿Por qué hay, en resumidas cuentas, estadios? Decir que los estadios superiores existen para crearles a los seres una existencia más feliz, al mismo tiempo que se niega cualquier posibilidad de la existencia del renacimiento, muestra, por consiguiente, un desconocimiento completo de las consecuencias de la muerte absoluta o de la necesidad del renacimiento. Sin ningún renacimiento o ninguna existencia o experimentación de la vida antes de su vida actual, el ser carecería totalmente de condiciones para sentirse más feliz en un estadio evolutivo que en otro. Y estos estadios son, por lo tanto, superfluos al cien por cien. ¿Pero hay algún hombre intelectual que pueda creer que este es el resultado verdadero? La naturaleza por sí misma o por medio de su verdadero ser, ¿no convence totalmente de lo contrario? Lo que todo investigador avanzado y verdaderamente amante de la verdad reconoce de una manera totalmente inalterable es precisamente esto, que la naturaleza no conoce ninguna forma en absoluto de desencadenamiento de casualidades. Todo está sujeto a leyes y, por consiguiente, es útil y lógico. Todo investigador que enseñe lo contrario revela que él mismo se encuentra en el primer e incipiente estadio infantil de la investigación. Y la humanidad terrena está demasiado avanzada en su evolución mental para poder contentarse con los suspiros infantiles mentales, que pueden surgir de un estadio así, o considerarlos como una expresión de pensamiento perfecto o intelectualismo. |
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