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El organismo constituye una combinación o bloque de energía que se basa en la lógica y convierte, con ello, un "algo" preexistente, que piensa y dirige la voluntad, en un hecho. Que la creación del organismo aparezca como una función automática convierte todavía más en un hecho que la creación del organismo actual sólo es un simple eslabón de una cadena infinita de creaciones de organismos así con el mismo yo como origen   709. Como por medio de los precedentes resultados básicos ya sabemos que el organismo es un fenómeno creado, es evidente que sólo puede ser una combinación de energías, y que esta combinación sólo ha sido posible en virtud de que las energías que la forman han sido una vez liberadas. Pero si una vez han estado liberadas, es evidente que este organismo es el resultado de la combinación de estas energías que, por medio de esta combinación, se han hecho latentes en una concentración o bloque con una intencionalidad. El organismo sólo es, así pues, un bloque de energías. Como éstas están latentes de una manera racional, es, por consiguiente, un hecho que la formación del bloque se debe a una lógica que, a su vez, convierte a un "algo que piensa" previamente existente en un hecho, dado que lógica no puede existir sin revelar pensamiento que, a su vez, es lo mismo que conciencia. Este "algo que piensa" previamente existente es el verdadero origen del organismo y está formado, tal como ya hemos indicado anteriormente, de un yo y su supraconciencia. Este "algo consciente" ha existido, por lo tanto, antes de la creación de su actual organismo de carne. Como es un hecho que esta creación ha tenido lugar y que, a su vez, es una combinación de energías, y que esta combinación es lógica o sistemática y, por consiguiente, revela voluntad, también es un hecho que este "algo" que dirige la voluntad aparece como una condición inalterable, con existencia previa y absoluta, tanto para toda forma de creación de organismo como para toda otra creación o producción sistemática. Que la formación del organismo se muestre en gran manera como una función automática no desmiente esta condición, al contrario. Hace tiempo que es un hecho que el ser vivo puede convertir muchas de las funciones conscientes de su voluntad en hábito, y que estas funciones de un modo correspondiente, cuando se convierten en hábito, aligeran la voluntad consciente y, de este modo, se convierten en lo que aquí, en "Livets Bog", llamamos conocimiento-C. Pero todos los hábitos o actos sistemáticos, que tienen lugar de manera no consciente en el individuo, nunca, en ningún caso, habrían podido llegar a ser tales si previamente no se hubieran ejercitado de manera consciente según la voluntad. Y si este ejercicio no creara una función automática o aligerara la conciencia, ¿por qué entonces el ejercicio? El poder "aprender" algo sería, de este modo, totalmente imposible en el universo. Sólo aprendemos en virtud de que una experiencia puede repetirse suficientemente de modo que nos la sepamos de memoria, es decir, de modo que se haya convertido en una facultad independiente de la conciencia para luego convertirse en disposición o talento. Que la creación del organismo del ser vivo se ha convertido en él en una función automática se convierte poco a poco en una cosa totalmente evidente, puesto que este proceso de creación no puede ser una sola experiencia aislada, sino que sólo puede existir como un proceso que se repite una y otra vez y, con ello, convierte la creación del organismo en un eslabón de una cadena infinita de creaciones semejantes. Que la función automática se haya convertido aquí en dominante es, por consiguiente, muy natural.


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