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La irritabilidad del macroser, peleas y lesiones y el destino de sus microseres. Evolución forzada. Si la Tierra no tuviese ninguna invalidez   663. Pero se trata de las mismas molestias que cada paso en falso en el despliegue de la conciencia ocasiona en todos los demás habitantes del universo. Si un hombre terreno está expuesto a una manifestación de peso muy fuerte en su despliegue mental, es decir, un "arrebato de cólera" y, por ejemplo, entabla una pelea, hay el riesgo de que las consecuencias de esto sean lesiones corporales, además del estado de ánimo con pensamientos oscuros que una experiencia así siempre ocasiona. Su destino también lo puede, naturalmente, llevar a otras formas de lesiones o desgracias. Que, en primer lugar, estas experiencias no ayudan a crear condiciones de vida luminosas y felices para los microindividuos de un ser así, es evidente. Y no se puede negar que, allí donde llevan consigo una invalidez crónica o aguda, la capacidad de un organismo tal como vivienda o espacio vital para sus normales microseres disminuye. Que esto no puede dejar de marcar el destino de los microseres en cuestión también es, naturalmente, obvio. Estos seres tienen que buscar someterse de manera artificial a las circunstancias anómalas ocasionadas por la invalidez. Y estas circunstancias son las circunstancias bajo las que, hasta un cierto grado, se encuentra el hombre terreno, y cuyas consecuencias tiene, en gran medida, la facultad de superar. Pero esta facultad la ha adquirido debido a la invalidez de la Tierra. Y como esta facultad es una gran ampliación de la facultad creadora del ser, es una capacidad mental superior, que no se habría desarrollado tan rápidamente si el eje de la Tierra no se hubiera desplazado; aquí se ve como una invalidez lleva consigo una evolución forzada o les da a los seres la posibilidad de alcanzar en un espacio de tiempo mucho más corto, del que de lo contrario sería normal, un determinado estado de conciencia desarrollada.
      Como ya hemos mencionado, la lucha del hombre terreno con las condiciones climáticas ha sido algo positivo para su evolución puramente técnica. El descubrimiento de la luz artificial y la capacidad de construir casas habrían sido fenómenos desconocidos en el globo terrestre. Aunque, claro, se podría sostener que sin la invalidez de la Tierra tampoco habría habido necesidad de tales fenómenos. Y esto es cierto. Pero el descubrimiento de la luz artificial llevó al desarrollo del conocimiento sobre la electricidad, del mismo modo que el trabajo con la construcción de casas llevó a un desarrollo que permitió levantar o construir grandes y complejos proyectos técnicos, que ahora ponen al hombre en condiciones de cumplir cada vez más el mandato divino de dominar la Tierra.
      En un mundo en el que el hombre no tendría necesidad de luz artificial ni de calor artificial, en el que no tendría necesidad de construir casas y cosas semejantes, faltaría una gran parte de la incitación al desarrollo y a la evolución que ahora se hace valer en la humanidad terrena. En relación con el técnicamente evolucionado hombre civilizado, los individuos de esta humanidad se parecerían más bien a los habitantes de una especie de paradisíaca isla de la Polinesia. Que este hombre civilizado, debido a su evolución técnica, se ha convertido, en gran medida, en un instrumento todavía mayor al servicio del principio mortífero que el habitante de la paradisíaca isla de la Polinesia sólo muestra que el primer ser, por el momento, ha tomado la delantera en la evolución. A causa de la invalidez de la Tierra ha avanzado un poco más en dirección a la culminación del principio mortífero en el ciclo de espiral que el citado habitante de la Polinesia.


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