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El ser animal, al igual que ciertos seres vegetales, tiene que "perder su corona de hojas" en "otoño", pero por medio de su "raíz" y de su "tronco sin hojas" puede sobrevivir durante "el invierno" y experimentar la venida de una nueva "primavera". El "hijo de Dios, que está muerto" resucita en un cuerpo físico nuevo, por medio del cual el espíritu de Dios sigue brillando a lo largo de toda la eternidad.   648. Así hemos mostrado un par de ejemplos de que hay aspectos de la naturaleza humana terrena que ni con "seducción" ni con "educación" pueden cambiarse. Que hay mucho más por decir sobre estas cosas es, por supuesto, evidente, del mismo modo que en la vida cotidiana hay todavía mayor cantidad de realidades que se pueden demostrar y que no forman parte del ciclo de vida terrena, sino que exclusivamente aparecen como un estadio de un ciclo superior. Pero estas realidades forman parte de posteriores análisis de "Livets Bog". Aquí sólo hemos mencionado estos fenómenos para demostrar que el ciclo de vida terrena revela muchas realidades, que son de unas dimensiones tales que su formación ha exigido unas distancias en el tiempo que se encuentran totalmente fuera de lo que un "ciclo de vida terrena" concreto representa. Estas realidades, que muestran que ni han empezado ni han concluido en un ciclo de vida terrena concreto, son pruebas irrefutables de que el ser vivo físico tiene que sobrevivir "el otoño" (su vejez) de su vida terrena, tiene que entrar en la zona de un nuevo "invierno" (la infancia), y desde aquí comenzar un nuevo ciclo terreno en el que las realidades en cuestión todavía tienen que llegar a una nueva parte camino de su evolución total.
      En "el otoño" del ciclo de su vida terrena, el ser físico, animal, vivo tiene, así pues, que perder una parte de las realidades que forman parte del ciclo de una vida terrena concreta, es decir, las realidades cuyo ciclo no se prolonga a lo largo de grandes distancias en el tiempo, de modo que han podido concluirse en una sola vida terrena, lo que pasa al nuevo ciclo sólo es lo que no pudo alcanzar su consumación o la conclusión de su ciclo a lo largo de una vida terrena. Igual que el haya y otros muchos árboles pierden su follaje en el otoño porque el ciclo de dicho follaje ha terminado, pero en cambio se llevan la raíz y el tronco al nuevo ciclo y en una nueva primavera tienen de nuevo una corona con un follaje enorme y esplendoroso, el ser animal también tiene que perder su "corona de follaje" en "el otoño" de su ciclo de vida terrena, es decir, su cuerpo físico, porque éste ha finalizado su ciclo, y llevarse "la raíz" y "el tronco", o sea, el elemento de destino y la etapa de conciencia en que se encuentra a un nuevo ciclo de vida terrena, porque estos dos fenómenos representan ciclos cuya aparición antes y después de la existencia y nacimiento del cuerpo físico es absolutamente igual de necesaria que la raíz y el tronco del frondoso árbol antes y después de la formación de una corona frondosa, para que ésta pueda, en resumidas cuentas, existir y renovarse cada primavera.
      Así pues, el ser animal también tiene, igual que el ser vegetal, su "tronco sin hojas" y su "estado invernal", que en cierto modo, pueden ser observados en la zona física por el investigador evolucionado. Lo que llamamos "vejez" sólo es, así pues, la copa del haya que se marchita y cae ante las tormentas del otoño y las incipientes heladas nocturnas del invierno, trasladada al ciclo del estadio animal del ser planta. Lo que llamamos "muerte" sólo es el torbellino de nieve del invierno y las formaciones cristalinas de la niebla helada que iluminan las ramas sin hojas durante el reposo de la noche invernal.
      Pero bajo la paz del manto blanco, en el interior de la raíz y el tronco del árbol trabajan savias y sustancias hacia la creación de "una nueva primavera". El elemento de destino y los núcleos de talentos se encaminan con seguridad absoluta al despliegue de la profusión creadora de una nueva vida física. Y miren, un hermoso día las ramas sin hojas del silencioso tronco se cubren con la pompa resplandeciente de una nueva y frondosa corona, y el cuco canta de nuevo cucú en la lejanía, el sol primaveral brilla en el tranquilo lago del bosque, y la alondra canta mientras vuela sobre los verdes campos hacia las altas nubes. Al mandato de Dios "Hágase la luz" aparece el hijo de Dios muerto en la resurrección de una nueva vida. "El invierno", "la muerte", "el descanso" se ha superado. La vida regresa de nuevo. El ciclo continúa. A través del nuevo cuerpo físico del resucitado hijo de Dios sigue centelleando el espíritu de Dios en el espacio y el tiempo, sobre mundos, soles y metrópolis de estrellas.


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