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Véase el símbolo nº 10 en nueva ventana    

 

La explicación del símbolo en sí. La zona de invierno, primavera, verano y otoño del ciclo. Las cuatro estaciones del año están presentes en todos los ciclos   642. El lector encontrará en el símbolo estas seis zonas de la espiral, cada una de ellas se muestra con el color especial de la energía que culmina en la zona. Y de este modo encontramos de nuevo aquí en el símbolo, que hay que estudiar de izquierda hacia delante, el reino vegetal, el reino animal, el reino humano, el reino de la sabiduría, el mundo divino y el reino de la bienaventuranza. Estas zonas o fragmentos forman la parte principal de la espiral.
      Como la imagen muestra, el color de la energía básica sólo cubre la parte superior e inferior de estas partes, mientras que entre estas dos zonas coloreadas hay otras figuras. Así pues, vemos una zona negra que tiene su culminación en el reino animal, a continuación decrece y tiene su despliegue menor en el mundo divino, culminando en un nuevo reino del peso o reino animal y así sucesivamente. Esta figura negra muestra la oscuridad de la espiral y forma, por consiguiente, el contraste a la luz de la espiral, por medio de lo cual los seres vivos están en condiciones de experimentar la vida.
      La luz de esta espiral se muestra en el símbolo por medio de una figura blanca que tiene su culminación o despliegue máximo en el mundo divino, tras lo cual decrece y tiene su despliegue menor en el reino animal. A continuación aumenta de nuevo y alcanza su culminación en un nuevo reino de la intuición o fragmento del mundo divino y así continuando.
      Cuando un ser ha experimentado una culminación de la oscuridad y una culminación de la luz, ha pasado las seis partes básicas o reinos de una espiral. El hecho de que hayamos considerado al reino del instinto o reino vegetal como número 1 de la espiral se debe a que la conciencia diurna física en forma de "percepción vaga" tiene aquí su incipiente comienzo.
      La zona negra y la zona blanca de la imagen indican, como ya hemos dicho, los dos contrastes de la espiral, que, a su vez, se manifiestan como "involución" y "evolución" respectivamente y que también culminan en la conciencia como "primitivismo" e "intelectualismo" respectivamente. Esta zona negra y esta zona blanca nos muestran que la luz y la oscuridad están presentes en cada una de las seis zonas de la espiral, y que estos dos contrastes tienen su despliegue rítmico a través de las seis zonas y son alternativamente el principio dirigente de la experimentación de la vida de los seres vivos. Ésta, como los lectores saben, está totalmente marcada por los dos contrastes. Cuando los seres se encuentran en el reino animal, la experiencia culminante de la vida es el contraste que se presenta en forma de oscuridad. Cuando los seres se encuentran, al contrario, en el mundo divino, el contraste que se presenta en forma de luz es el factor culminante de la experimentación de la vida. Tras la culminación de la oscuridad, es decir, en las zonas del reino humano y el reino de la sabiduría, el deseo o hambre de una existencia luminosa es el factor dominante, mientras que el hambre de una existencia oscura se convierte en el factor dominante tras la culminación de la luz, es decir, en las zonas del reino de la bienaventuranza y en el reino vegetal. Las experiencias de la vida de todos los seres vivos a través de la continua cadena de espirales se forman, por consiguiente, como un movimiento rítmico que continúa eternamente. Es como una respiración que continúa eternamente. A estos ritmos también les hemos dado el nombre de "respiración cósmica" (Véase el apartado 610 y el apartado 614 del volumen 2 de "Livets Bog").
      En la culminación de la oscuridad a la izquierda, es decir, en el reino animal, vemos en el símbolo dos figuras en forma de rayos. La inferior se muestra con el color amarillo y la superior con el verde. Esto indica que algunos de los seres de esta zona inicial del hombre terreno son particularmente emotivos, mientras que hay otros seres en los que domina la inteligencia.
      Más a la derecha, junto al comienzo del próximo reino, vemos que las dos figuras se superponen. Esta zona en que ambas figuras se superponen es, por consiguiente, una mezcla de los colores del sentimiento y de la inteligencia y muestra que en la conciencia de los seres hay aquí un equilibrio armonioso entre inteligencia y sentimiento, mediante lo cual se da paso en la conciencia a la intuición, y surge la conciencia cósmica. Estas tres zonas coloreadas muestran, así pues, los tres climas de pensamientos descritos: "clima de inteligencia" (color verde), clima de sentimiento (color amarillo) y clima intelectual (color amarillo verde). (Véase el apartado 627, el apartado 630 y el apartado 637 del volumen 2 de "Livets Bog").
      A la conciencia cósmica la hemos mostrado, a su vez, por medio de la figura inferior del símbolo. Su dominio se encuentra entre las dos líneas punteadas que van a través de la figura. Como se ve, está presente en todas las zonas de la espiral con excepción del reino animal. Aquí está totalmente fuera de la conciencia diurna del ser. Y éste, en su estado animal-físico se encuentra "sin conciencia cósmica". Aquí está lo más alejado que puede estar de la Divinidad, de su propio conocimiento de su inmortalidad y de su elevada identidad como hijo de Dios. Es por esto que esta zona se convierte en la zona de la oscuridad, es decir, en la región verdaderamente propia de la ignorancia y los sufrimientos, constituyendo, en verdad, la auténtica noche del "día cósmico" de la espiral.
      Pero, gracias al ciclo de espiral, tras la noche viene el día soleado. Y, así, vemos en el símbolo que la conciencia cósmica, en forma de dicha figura, se dirige desde esta oscura zona nocturna de la vida hacia una culminación que representará las cimas más altas de toda la vida de la conciencia. Estas cimas son el punto de observación propio de la Divinidad. Toda percepción o creación es aquí la culminación de la vida misma. Como la figura muestra, esta culminación tiene lugar en "el mundo divino", para de nuevo, en virtud de la saciedad de luz de los seres y de la consiguiente hambre de lo contrario, decrecer en dirección a una "noche cósmica" en forma de una nueva sección del próximo reino animal. El ciclo de espiral divide, así pues, la eternidad en una especie de "día cósmico". A estos "días con sus noches" les hemos dado, aquí en "Livets Bog", el nombre de "un día de la espiral" (Véase el apartado 37 y el apartado 45 del volumen 1 de "Livets Bog").
      Como se desprende de dichas secciones o fracciones, estos "días de la espiral" también pueden, así mismo, dividirse en "horas", "minutos" y "segundos cósmicos". Y del mismo modo que los días y las noches puramente físicos son una parte de un ciclo mayor que llamamos año, "los días y las noches de la espiral" son también una parte de un ciclo mayor que podemos llamar "año". Estos "años de la espiral" tienen también, siguiendo el mismo principio, sus "estaciones". En el símbolo esto está representado por medio de la figura coloreada con las bandas inclinadas. Esta figura está dividida en tres zonas horizontales por medio de dos líneas horizontales. Por medio de las líneas verticales está dividida en varias partes coloreadas. De este modo vemos que una de estas partes aparece con bandas inclinadas de color blanco y negro.* Va desde la línea con el círculo oscuro hasta la línea con el círculo con una mitad oscura. Esto representa la estación del año que llamamos "invierno".
      La parte siguiente, es decir, la que se extiende desde la figura en forma de círculo con una mitad oscura hasta la figura en forma de círculo totalmente claro, y que está coloreada con las bandas inclinadas de color verde y blanco, simboliza la estación de "la primavera".
      Desde la figura en forma de círculo claro hacia delante hasta la figura en forma de círculo con una mitad oscura, encontramos una parte coloreada con toda la escala de colores. Esta parte simboliza la estación del "verano", mientras que la parte coloreada con las bandas marrones**, que se extiende desde la figura en forma de círculo con la mitad oscura hasta la figura, también en forma de círculo, totalmente oscura, simboliza la estación del "otoño".
      Estas cuatro estaciones sólo constituyen, en realidad, cuatro estados, que se presentan como principios formando parte de todo ciclo. Un ciclo es lo mismo que una zona de energía en la que dos contrastes de igual capacidad alcanzan alternativamente el mismo despliegue, la misma culminación y el mismo recíproco dominio mutuo. Como consecuencia de ello, hay una parte del ciclo en la que cada uno de ellos culmina y, así mismo, una parte en la que cada uno de ellos tiene su despliegue menor. Esto se muestra en el símbolo por medio de la figura, en forma de círculo, blanca y negra. En el ciclo del año físico a estas dos culminaciones las llamamos "solsticio". En cada ciclo hay, por lo tanto, dos contrastes y, por consiguiente, también dos "solsticios". En el ciclo del año físico, en que los dos contrastes están formados por "el verano" y "el invierno" (o más concretamente caracterizados por el calor y el frío), llamamos a los "solsticios" en cuestión "solsticio de verano" y "solsticio de invierno" respectivamente.
      Pero, como se desprende del símbolo, estos dos contrastes tendrán, necesariamente, la misma capacidad en un punto entre estos dos puntos extremos. Y a este punto o estadio lo llamamos "equinoccio" del ciclo del año físico. Al estadio en que el invierno o el contraste oscuro ha disminuido tanto, y el verano o contraste luminoso ha crecido tanto, de modo que ambos tienen la misma capacidad o son iguales, le damos el nombre de "equinoccio de primavera". Cuando sucede lo contrario, y es el contraste en forma de luz o verano lo que ha disminuido tanto que el contraste en forma de oscuridad o invierno ha crecido tanto que pasa el punto de equilibrio o de igualdad, a esto lo llamamos "equinoccio de otoño". Ambos "equinoccios" están indicados en el símbolo con las dos figuras en forma de círculo con medio círculo oscuro y medio círculo claro.
      Como se desprende del símbolo, la espiral con sus seis energías básicas constituye un gran "invierno" y un gran "verano" y, por consiguiente, manifiesta un principio análogo al del año físico. Lo mismo se repite en el día normal de 24 horas. Aquí también tenemos el ciclo con sus principios del "verano" y del "invierno", con "la primavera" y "el otoño", del mismo modo que también los encontramos en el ciclo de nuestra propia vida física.
      Como el símbolo muestra, "el solsticio de invierno" aparece en la culminación misma del reino animal, mientras que su "equinoccio de primavera" se encuentra en la frontera entre "el verdadero reino humano" y "el reino de la sabiduría". Esto quiere decir que la zona de invierno del ciclo de espiral se extiende desde el reino animal, a través del "verdadero reino humano", hasta la frontera del "reino de la sabiduría". Como el hombre terreno todavía se encuentra en el reino animal, tiene, por consiguiente, su residencia en la zona de invierno, o culminación de la oscuridad de la zona de invierno de la espiral. Entonces no es extraño que aquí la vida, con sus guerras, mutilaciones, destinos desdichados, se haya calificado de "infierno" o regiones de la muerte. El florecimiento luminoso de la verdadera vida no puede tener lugar aquí. Aquí sólo existen las limitadas condiciones de vida del invierno yermo y desierto. Con respecto a la verdadera vida, los seres viven aquí en el desierto de hielo de la noche polar.
      Que las zonas de esta vida suprema y verdadera tienen que ser espléndidas no puede negarse, cuando se ve que el propio "reino humano verdadero", con su ubicación en planetas o mundos maravillosos de un nivel muy elevado e iluminados simultáneamente por varios soles de colores, donde, por ejemplo, durante miles de años jamás se ha disparado ningún tiro ni ninguna descarga mortal contra ningún ser vivo, y donde durante un tiempo igual de largo nadie ha comido nunca carne o alimento animal grosero, es más, ni siquiera se conoce la consumición de alimentación vegetal grosera, tal como raíces, hojas y tallos, sino que la cosecha de la Tierra le obsequia a uno con una diversidad sin fin de las más magníficas pulpas de fruta y de los más nobles zumos, al mismo tiempo que "el principio mortífero" ha desaparecido casi totalmente del ámbito de los continentes, y cuya población está, al contrario, formada por genios, creando una atmósfera de arte, amor y regocijo, sólo puede considerarse como la débil e incipiente tendencia primaveral, ¿cómo tiene entonces que ser la vida en las esferas divinas situadas a un nivel todavía superior?
      Desde "el equinoccio de primavera" y avanzando hacia "el solsticio de verano" tenemos "la primavera" del ciclo de espiral, que está formada por "el reino de la sabiduría" y la primera mitad del "mundo divino". Las formas de vida cósmica que se despliegan aquí están en grado extremo tan por encima de las formas de vida que acabamos de mencionar, como la primavera física está por encima del helado desierto de hielo del invierno. Aquí ya están cesando las pesadas formas de vida física, y las encarnaciones o renacimientos de los seres sólo tienen lugar en materia de pensamientos. Los cuerpos de los seres comienzan aquí a ser simplemente estados de ánimo y sentimientos. La correspondencia "directa" entre los seres comienza aquí a ser algo general y sustituye la primitiva y difícil correspondencia "indirecta" por medio del "idioma", "la conversación" y "la escritura", de que los seres hasta ahora han dependido. Los más mínimos deseos de los seres se manifiestan en la materia con el mismo resplandor y la misma fuerza que tiene su genio artístico, facultad de pensar y fantasía y con que configuran su deseo. Pero no es sólo la genial fuerza creadora con un colorido puramente artístico y lleno de sentimiento lo que aquí está desarrollándose fuertemente, sino que aquí estamos simultáneamente en la zona en que reside la inteligencia misma, donde, por consiguiente, culminan todas las formas de manifestaciones relacionadas con la inteligencia. En las materias luminosas y resplandecientes vemos la prometedora vida de esta zona de primavera cósmica como una resplandeciente revelación de lo que se puede manifestar a través de la más alta habilidad intelectual de los seres.
      Lo que domina esta zona de manera especial son los análisis del universo, no presentados en papel ni transcritos en libros, no colocados en estantes o librerías en bibliotecas, sino al contrario manifestándose como figuras reales modeladas y coloreadas, mantenidas en las materias divinas según la voluntad de su origen o el mandato de su deseo.
      Así mismo se ven modelos de descubrimientos futuros en mundos físicos en pleno funcionamiento. Sí, estamos en el lugar donde hay un océano de modelos técnicos y mecánicos de aparatos, máquinas, medios de transporte, bloques de edificios, plantas industriales, instalaciones portuarias, etc. Además de esto, cosas como prendas de vestir, zapatos, sombreros, muebles, joyas, y muchas más cosas también están representadas. Y no obstante, éste sólo es el grado más bajo de la revelación de inteligencia de la zona. En los grados más altos se ven no sólo modelos de futuras culturas y sociedades de seres, sino que también se ven directamente futuros modelos de nuevas especies de seres, de nuevos tipos de animales y de hombres, fenómenos hasta ahora insospechados, nuevas clases de plantas, todas ellas realidades que posteriormente se emplearán y vivificarán en carne y sangre en mundos físicos. Sí, aquí pulula la actividad y el ajetreo, pero todo es genial, todo está vivo, todo es perfecto. Estamos en "el estudio de arquitecto" o "taller de modelado" del propio Dios. Aquí se encuentran las primeras simientes o los primeros embriones de todas las futuras revelaciones, embriones que pronto crecerán y harán fructificar y poblarán futuros planetas y mundos, embellecerán y enaltecerán la vida en siglos insospechados del futuro, de la eternidad. Aquí nos encontramos en la suprema y absoluta "primavera" de la vida.
      A partir del "solsticio de verano" y hasta "el equinoccio" vemos en el símbolo una parte que tiene todos los colores básicos de la escala de colores. Esta parte representa la estación del año que llamamos "verano".
      En el ciclo de espiral esta parte se extiende desde la culminación del "mundo divino", pasando por "el reino de la bienaventuranza", hasta la frontera de éste y "el reino del instinto" o "reino vegetal", que, claro está, es la primera zona de la nueva espiral o de un nuevo ciclo.
      Que el principio verano aquí, en el ciclo más alto, alcanza una manifestación o despliegue que sobrepasa todo lo que, en fin, puede pensarse, comprenderse o percibirse en la materia física es, naturalmente, evidente. Pero hay, sin embargo, tantas cosas que se pueden documentar, que podemos decir que nos encontramos en la culminación misma de la experimentación de la vida. Esto quiere decir, a su vez, que la perfección, la armonía, la creación, la vivencia, que aquí alcanzan su despliegue, no se pueden de ninguna manera sobrepasar. Aquí nos encontramos en las más altas cumbres de la vida misma. No hay nada "por encima" de esto. Estamos en el terreno supremo. Todo lo que no pertenece a esta zona sólo puede, de este modo, tener su domicilio "debajo". Estamos en una esfera de una categoría tal con respecto a la conciencia, que nos encontramos en la frontera de lo que en alguna manera puede desearse de perfección, armonía, genialidad y fuerza creadora. En la mentalidad del ser no puede surgir aquí ningún deseo en absoluto que sea más elevado. Todo deseo, si no pertenece a esta esfera, será, por consiguiente, de una naturaleza inferior, será algo que sólo puede satisfacerse en una zona más primitiva. Así será tan imposible alcanzar un grado más alto de mentalidad y de experimentación aquí, en el verano de la espiral, como es imposible alcanzar una mayor culminación o florecimiento de vida en el ciclo del año físico que, precisamente, la que tiene lugar en el verano de este ciclo. Ningún tipo de vida puede sobrepasar el despliegue del verano. Del mismo modo que lo que sostiene el despliegue del verano físico es una interacción armoniosa entre el calor del sol y el frío del invierno, el verano de la espiral cósmica también es sostenido por una interacción armoniosa entre los dos grandes contrastes de la luz y la oscuridad en la vida de la conciencia o mentalidad. Esta interacción es la culminación de la profusión física de flores y de colorido del verano convertida en conocimiento intelectual. La atmósfera de estos seres es la silueta misteriosa de los árboles, de los tejados, de las torres y sus agujas contra el claro cielo de la noche de verano. La revelación de su naturaleza es la calma de los soleados días veraniegos junto a las blancas playas. Es el aire fresco y puro de la amaneciente mañana de verano con el juego de las perlas de rocío brillando en flores, hojas y ramas. Es el juego del centelleante calor del sol con los contornos del horizonte un mediodía de un caluroso día de verano. Es el ardiente cielo del áureo sol del verano sobre el mar un atardecer. Y es el brillo plateado de la luna sobre el lago una tranquila medianoche de verano. Todo lo que en verano acaricia, luce, da calor y fuerza simboliza o es, según el principio que lo rige, sinónimo del abrazo del "mundo divino" al ser vivo. Su luz es culminación mental. Esta culminación es amor. El amor es, así pues, el áureo sol veraniego de la mentalidad. El verano físico es un reflejo luminoso del resplandor de este reino sobrenatural. Es la culminación de la atmósfera de Dios adentrándose en la zona física. El verano es "El Espíritu de Dios que aletea sobre las aguas". Es la cercanía de Dios en la naturaleza, la mentalidad y la creación.
      Pero tras una culminación o mayor despliegue posible viene una relajación. Tras un cumplimiento tan amplio de todos los deseos y anhelos más altos, una saciedad correspondiente de ellos es igual de inevitable. El fuerte despliegue exterior comienza ahora a decrecer, comienza a "marchitarse". "El otoño" del ciclo de espiral comienza a hacer su entrada.
      En el símbolo esta zona está indicada con las bandas inclinadas marrones** inclinadas y se extiende desde "el equinoccio de otoño" al "solsticio de invierno". Tal como el símbolo muestra, esto quiere decir que se extiende desde el comienzo del "reino del instinto" hasta la culminación del "reino del peso". Esta culminación es lo mismo que "el solsticio de invierno". Tal como en "las estaciones" cósmicas precedentes, los factores más importantes de la conciencia en esta zona están constituidos, en gran medida, por la energía básica de la zona precedente, que en esta caso es "la energía del recuerdo".
      Con la entrada de esta gran saciedad, el ser comienza a perder interés por el mundo exterior coexistente y busca su contraste. Pero el ser no puede encontrar un contraste así en el exterior mientras se encuentre en "el mundo divino". La única salida que, por consiguiente, tiene para encontrar y experimentar un contraste de este tipo es a través de su "facultad de recordar". Por medio de ella puede establecer contacto con los recuerdos de lo que ha vivido anteriormente en la zona animal del ciclo de espiral. Como sabemos por anteriores descripciones de "Livets Bog", estas experiencias de recuerdos no son ninguna realidad mortífera con existencia exterior, sino que aparecen aquí en un estado hermoso y depurado, debido a lo cual las hemos llamado "copias de oro". Pero como son detalles de una parte precedente del ciclo de espiral y, por lo tanto, sólo pueden existir aquí, en "el mundo divino", como recuerdos o "copias de oro", en este mundo constituyen, por consiguiente, una "experimentación interior". Pero como el ser, cuanto más se sacia de la armonía y la perfección del "mundo divino", más anhela el contraste de esta "experiencia exterior" suya, tiene, de modo análogo, que buscar de manera creciente hacia adentro, en su mundo de recuerdos. Pero cuanto más se concentra hacia adentro en este "mundo interior" suyo, más silenciosa e inactiva se convierte su manifestación o aparición perceptible en el exterior. Y este decreciente interés por "el mundo exterior" tiene, necesariamente, que tener el aspecto de muriente desde un punto de vista también exterior. Y a este giro de la mentalidad del "mundo exterior" al "mundo interior" lo llamamos "marchitarse". Y este giro es lo que vemos cada otoño en la propia naturaleza. Tiene lugar de manera muy acentuada en el reino vegetal. Cuando vemos que el follaje y las hojas se marchitan en el otoño, esto corresponde en realidad a que los árboles o plantas en cuestión vuelven su conciencia del mundo físico exterior hacia su "mundo interior". Y aquí se nos repite un principio altamente espiritual o cósmico existente de una forma puramente física y visible. Lo que llamamos "otoño" es, así pues, un estadio de un ciclo o un principio cósmico que, igual que las otras "estaciones", se repite en todas las formas existentes de experimentación de la vida.
      Esta existencia "introvertida", en la que el ser cada vez más vive en el interior de sus propios recuerdos, también es una existencia extraordinariamente luminosa, aunque hacia el exterior se muestre como un mundo de silencio o "un mundo de muerte". Como ya hemos dicho, estos recuerdos aparecen como "copias de oro", lo cual significa que estas experiencias precedentes, todas ellas primitivas en relación con el actual estadio del ser en el ciclo, ahora se ven, bajo una luz resplandeciente, como las partes necesarias del ciclo y totalmente condicionantes de su existencia perfecta y, por consiguiente, de la posibilidad de alcanzar todo tipo de experimentación de la vida. Una visión tal de las experiencias precedentes se aparta de la visión originaria por el hecho de que mientras ésta era puramente física o ilusoria y manifestaba los acontecimientos como "desdichados", como "injustos", como un "castigo" de una providencia o unos dioses encolerizados, como "muerte" o destrucción de vida, como "infierno" o cosas parecidas, la visión "transformada en copias de oro" ve las cosas con la clarividencia cósmica y las disfruta con mayor intensidad, dado que el ser se encuentra en un estado de saciedad rebosante del contraste de la visión "copiada en oro". "Las copias de oro" son, así pues, una satisfacción provisional de una incipiente hambre de lo contrario a la rebosante perfección del mundo divino, de la que el ser en cuestión está saciado. El ser mira "las copias de oro" como un ser hambriento mira su plato favorito. Una "copia de oro" es lo mismo que la clarividencia cósmica, que un ser hambriento tiene de un recuerdo, que expresa un tipo de manifestación que es la única que puede satisfacer la más destacada hambre mental de este ser. Que una visión así es más atrayente o grata que una visión de cosas de las que dicho ser está de antemano harto hasta la saciedad es, naturalmente, evidente.
      En el momento en que el ser, tras su saciedad culminante de la genialidad rebosante y resplandeciente con que se muestra la belleza, el arte y la perfección en "el mundo divino", dirige su mirada hacia su propio mundo exterior precedente, que en esta parte del ciclo de espiral en que el ser se encuentra sólo puede existir como su mundo de recuerdos, es decir, un "mundo interior", este "mundo interior", debido al hambre del ser, se manifiesta aquí con un goce intensificado al máximo. Este goce tan acentuado de las vivencias es lo que llamamos "bienaventuranza". "Bienaventuranza" es, así pues, lo mismo que experimentación de "las copias de oro". Y a la parte del ciclo de espiral, en la que esta experiencia soporta la vida diaria del ser, la conocemos aquí, en "Livets Bog" como "reino de la bienaventuranza".
      Pero el ser no puede seguir encontrando satisfacción en el mundo de los recuerdos. Lo que una vez vivió es rápidamente revivido de nuevo. Pero este revivir crea vida y evolución en los núcleos de talentos de la espiral anterior en la que tuvieron lugar las experiencias que ahora son "copias de oro", es decir, en el reino vegetal y en el reino animal de dicha espiral. Y con esta vida o este crecimiento de los núcleos de talentos, las energías de la conciencia del ser comienzan a lanzar su luz hacia fuera. Los efectos de su hambre y de su deseo comienzan a manifestarse en "el mundo exterior", que poco a poco, durante el estado de conciencia introvertida del ser, se ha "marchitado", se ha convertido en un "desierto" y en una "zona de muerte".
      Como se muestra en el símbolo, estos efectos visibles son los que en dicho ciclo forman "el reino del instinto" y la primera parte del "reino del peso", es decir, reinos que son lo mismo que "reino vegetal" y "reino animal" respectivamente. En relación con las manifestaciones del "mundo divino", estas formas de manifestación de conciencia sólo pueden compararse con los fenómenos del "reino mineral" en el ciclo del año. Incluso las formas más geniales de actividad mortífera del "reino animal" y, con él, del hombre terreno sólo pueden considerarse como el crecimiento del cristal de roca o la formación de las flores de hielo en nuestras ventanas en relación con las formas de manifestación o creación de vida que existen en "el mundo divino". La parte siguiente del ciclo cósmico puede considerarse como las primeras e incipientes vagas tendencias del otoño de creación de gérmenes y preparación para la nueva primavera más adelante en el ciclo. Pero mientras las manifestaciones del "mundo divino" todavía no hayan desaparecido totalmente de la mentalidad del ser, éste seguirá teniendo algo de la luz y del esplendoroso colorido de este mundo. Los últimos restos o vestigios agonizantes de este "mundo divino" son los que, en el ciclo cósmico, dan a la zona un matiz de "otoño", del mismo modo que las flores marchitas, el follaje seco y las tardías flores del verano son el colorido otoñal del ciclo del año físico. Pero cuando los vestigios de este mundo, antes tan resplandeciente, ya no siguen dominando la conciencia del ser, lo único que queda en su conciencia son los incipientes y muy débiles gérmenes y "los preparativos" más elementales para "la primavera", de que hemos hablado. Y el otoño ya no existe. Pero como este incipiente mundo de gérmenes todavía tiene únicamente una fuerza creadora o de manifestación muy insignificante en el exterior, aquí tenemos la parte de la espiral yerma y desierta que llamamos "invierno". "El invierno" será, así pues, una parte del ciclo en que lo que domina la existencia es el primer comienzo elemental de manifestación exterior. En el ciclo del año físico esta manifestación elemental es más conocida como el frío, el hielo y la nieve que, a su vez, corresponden a las formas con que se expresa el avanzado reino mineral. En el ciclo cósmico, esta región fría es lo mismo que la zona del hombre terreno y "el auténtico reino humano". La actividad que se desencadena desde estas zonas no es otra cosa, en el ciclo cósmico, que la actividad que tiene lugar entre el solsticio y el equinoccio de primavera del ciclo del año físico, es decir: la actividad que se extiende desde las heladas y el frío hasta las primeras campanillas blancas u otras flores tempranas de primavera que se asoman por encima de la nieve. Aquí nos encontramos, por consiguiente, de nuevo en "la parte correspondiente al invierno" del ciclo de espiral.
      Con esto hemos visto que las cuatro estaciones se imponen en el ciclo de espiral cósmico. Hemos visto que en él ciclo cada ciclo concreto constituye, en realidad, los mismos cuatro principios que el año físico, por lo cual aquí, en "Livets Bog", le hemos dado el nombre de un "año de espiral".
 
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* Las bandas inclinadas se mencionan como grises en "La imagen eterna del universo 2".
** Las bandas inclinadas se mencionan como rojas en "La imagen eterna del universo 2".


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