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La fuente más importante de la composición químico-cósmica de la esfera de conciencia humana terrena  626. A través de todo nuestro material en el capítulo "Química cósmica" hemos visto que este material ha sido pensamientos, ideas y análisis basados exclusivamente en el hecho de darle al hombre terreno información sobre un campo determinado, a saber, el enigma de su propia existencia. Que esta cuestión es lo absolutamente más importante, lo más actual para los seres más excepcionalmente evolucionados de la Tierra, apenas necesita comentarios. Que no lo es para todos los seres humanos terrenos también es, seguramente, un hecho evidente para cualquier ser terreno normalmente dotado. También hay una gran parte de hombres que viven en la creencia de que ya tienen la verdadera solución del misterio de la vida en forma de la fe en Jesucristo o en otro de los grandes y destacados dirigentes de los hombres terrenos, del mismo modo que hay otros que viven en lo diametralmente opuesto a esto. No creen absolutamente en nada, es más, niegan todo lo que no pueden comprender por sí mismos. Y de este modo tenemos ante nosotros la fuente más importante de la composición químico-cósmica de toda la esfera de pensamientos o conciencia humana terrena. El clima de pensamientos humano terreno será, en muy alto grado, una reacción entre la distinta orientación de los pensamientos o concepción de la vida misma o existencia de estas dos clases de seres que aquí hemos nombrado. Que los pensamientos y los actos de estas dos clases de seres tienen que ser muy distintos según la especial orientación particular de su origen con respecto a la vida se da, naturalmente, por supuesto. Los creyentes creen que tienen la solución del enigma de la vida, opinan que tienen derecho a ser una autoridad y que son ellos quienes deben decidir moralmente con respecto a todos sus semejantes. Y los no creyentes creen que los otros están sujetos a la superstición y opinan de sí mismos que son las verdaderas autoridades con derecho a fijar las leyes morales de la Tierra. Y finalmente hay una tercera categoría cuyos seres no son creyentes ni no creyentes, sino que al contrario lo comprenden todo. Constituyen los verdaderos sabios y, en virtud de su gran conocimiento de la vida, se muestran como verdaderas autoridades morales.
      Como las dos primeras categorías de seres son muy numerosas, mientras la tercera es una minoría muy reducida, se da por descontado que la reacción que tiene lugar en la esfera de conciencia o mundo mental de la humanidad terrena de las dos primeras categorías es de modo correspondiente mucho más dominante. Y dado que los sabios no usan la fuerza bruta, sino que, en virtud de la gran comprensión que tienen de todas las cosas, son tolerantes y amorosos, los pensamientos que desencadenan se convierten en una especie de algo que no puede mezclarse con el flujo de pensamientos de las dos primeras categorías. Sólo cuando hay una especie de equilibrio entre éstas puede comenzar a haber un contacto con las corrientes de pensamientos de los sabios.


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