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Lo que vimos en el capítulo once: Toda la vida de la conciencia son "climas de pensamientos", son atmósfera, nubes, lluvia y sol, crepúsculo matutino y crepúsculo vespertino en el cielo de la vida eterna. La confirmación del lugar del hombre terreno en el ciclo de espiral. La estructura del panorama del universo, sus leyes de amor o lógica culminante, es la más alta enseñanza intelectual, al mismo tiempo que es la propia manifestación de vida de la Divinidad y la dirección del ser vivo hacia su propia bienaventuranza por dicha Divinidad  621. Con esto estamos a punto de llegar al final del trayecto con respecto a lo que queremos dejar claro en el capítulo once de "Livets Bog", a saber, "los climas de pensamientos", ya que esta realidad constituye el resultado final de "la química cósmica". Para hacer de esta realidad algo vivo hemos examinado un material muy amplio y hemos tratado todos los problemas más importantes por medio de los cuales el hombre terreno está especialmente vinculado a esta manifestación que todo lo penetra Así pues, hemos visto este fenómeno divino con una amplitud tal que se ha convertido en un hecho para nosotros que "los climas de pensamientos" son "el soplo de vida" del ser vivo. Son "el soplo de vida" que Dios "insufló" en Adán. "Los climas de pensamientos" son, de este modo, "el aire" de la vida eterna. No puede haber ninguna manifestación o creación, ningún amor, ninguna simpatía, ninguna luz, es más, ninguna experiencia en absoluto de la vida sin ser la manipulación de un yo con este "aire" vivo que todo lo penetra. Hemos visto que tanto el suspiro más profundo o más silencioso y secreto como el vociferar más ruidoso y estrepitoso del yo, es decir, el conjunto de todo su destino, su caminar a través de las reencarnaciones o vidas del eterno ciclo de la espiral, las alegrías y tristezas de su vida cotidiana, el matrimonio y la paternidad, la riqueza y la pobreza, la enfermedad, la salud y el bienestar, el primitivismo y la genialidad, etc. todo sin excepción son "climas de pensamientos" y, por consiguiente, forman una atmósfera, nubes, lluvia y sol, luz y rutilante crepúsculo matutino y vespertino en el inmenso cielo de la vida eterna. Tras toda esta atmósfera hecha de la diversidad de la creación, tras estos continentes vivos por la profusión de manifestaciones encontramos al señor de la vida que todo lo domina. Vimos un "algo" que "hablaba y esto sucedía", que "ordenaba e inmediatamente esto estaba allí". Sí, vimos que toda creación, todo producto sólo surge directamente por mandato de un deseo y que, de este modo, estábamos en el análisis más profundo de "la química cósmica". Encontramos a este señor de la vida en nuestro propio ser y esta manifestación de deseo divina en nuestra propia creación. Nos descubrimos a nosotros mismos como idénticos a la imagen de la Divinidad, hechos "a su imagen y semejanza". Su existencia se nos reveló como algo vivo en nuestra propia presencia en el universo. El relato de la Biblia sobre la milagrosa creación o manifestación de deseo de la Divinidad se había convertido en una realidad viva en nuestra propia carne y sangre. Entre nosotros y la reacción de las sustancias no existía ningún otro puente que "el deseo primario", que en realidad quiere decir nuestro propio deseo. Por medio de este deseo nos vinculábamos a la materia o sustancia. Y sólo por medio de este deseo eterno que tenemos de existencia ponemos en escena la reacción permanente de sustancias que llamamos "destino". Y esta puesta en escena es lo mismo que "química cósmica", del mismo modo que su origen constituye "el químico cósmico".
      Pero no vimos solamente nuestra propia identidad y creación constituyendo "el químico cósmico" y "la química cósmica" respectivamente. También vimos que toda creación que tiene lugar en la naturaleza, en los seres vivos, tanto en el microcosmos y macrocosmos como en el mesocosmos, eran manifestaciones de vida de la propia Divinidad, era la conciencia de la Divinidad, era su lenguaje hecho vivo según el mandato de su deseo. A través de los doce resultados básicos del misterio de la vida vimos que esta creación, con todos sus detalles, no sólo era "muy buena", sino que todo el universo, en su resultado final, terminaba en amor culminante, y que esta reacción de sustancias o despliegue de conciencia es, así pues, la culminación de la vida. Que la adquisición de esta forma divina de experimentación de la vida tiene exclusivamente lugar, a base de nuestro deseo, como una satisfacción o saciedad de un hambre precedente, y que toda vida sólo puede únicamente existir como una "saciedad" y "hambre" así, todavía hace el resultado del amor más imperturbable y luminoso, al mismo tiempo que éste, en realidad, es la única base que existe para todos los detalles o todo el colorido de la existencia. Si todo no llegase a ser por mandato del hambre o deseo, sería imposible toda forma de ganas de vivir. Y si cada cosa no desembocase en saciedad no habría ninguna incitación para ninguna forma en absoluto de creación nueva o producción de contrarios o contrastes en la experimentación de la vida. Y sin contrastes sería imposible toda forma de percepción. Y sin percepción no existiría ninguna forma en absoluto de vida. Lo que llamamos amor también tiene, así pues, su contraste. Este contraste es lo que se despliega como "el principio mortífero", el presunto "mal" u "oscuridad" mental. Hemos visto que este principio también es necesario en el ciclo o espiral, porque si no sería imposible lograr tener hambre de amor de luz y de bienestar que son el contraste de dicho principio.
      Que la saciedad de amor o luz y bienestar divinos existe igualmente de una manera real se convierte en un hecho por medio de todos los seres que hoy viven en la oscuridad, viven en la zona del "principio mortífero". El caso es que no habrían podido jamás llegar a esta zona si de antemano no hubieran tenido "hambre" de ella. Pero esta "hambre" de oscuridad no habría podido crearse si no hubiese sido a base de "la saciedad" de su contraste, es decir, la saciedad de la luz.
      Que todos los seres vivos que ahora viven en la oscuridad han tenido un hambre así se confirma de una manera inalterable por medio de la propia "escala evolutiva". Aquí se ve claramente que los seres del "reino de la bienaventuranza", a través de la región mineral, a través del "reino vegetal", llegando a la región del hombre terreno buscan cada vez más en dirección descendente hacia la culminación del "principio mortífero". Que este movimiento descendente de la luz a la oscuridad es un deseo real surgido de los mismos seres se ve muy claramente en los ideales o preceptos morales de nuestros antepasados. El camino al "Valhala" o "reino de los cielos" de estos seres ¿no iba, acaso, precisamente a través del despliegue de "la moral heroica" del "principio mortífero? Sí, e incluso era "pecaminoso" morir de muerte natural en la vejez. Una muerte así no daba acceso a la gracia de los dioses o recompensa de "la moral heroica": tocino y aguamiel y mujeres jóvenes o "valkirias". Quien moría de muerte natural, es decir, el ser que en realidad estaba más en contacto con las leyes de la vida, en el más allá tenía que contentarse, como un paria, con el "Helheim", una especie de sótano de la vida lleno de telarañas, sombrío y triste.
      Que esta "moral heroica" ha existido es un hecho. "El conocimiento-C", o conciencia habitual que ha dejado en la carne y sangre del hombre actual, es el fundamento de las Fuerzas Armadas. Mientras la sociedad humana terrena no pueda prescindir de ellas, sigue todavía las huellas de los antepasados. El hecho de que haya fuerzas que, en forma del "cristianismo" o enseñanza sobre el humanitarismo, han empezado a alejar a la sociedad de este camino sangriento heredado del pasado o que sigue sus huellas, sólo confirma, evidentemente, que la saciedad de la tradición pagana, la saciedad de la moral de los derramamientos de sangre está creciendo fuertemente, y que el hambre de su contraste está creciendo en el mismo grado. Esta "hambre" es la causa de que las energías del humanitarismo o del amor en forma de "cristianismo" hayan empezado a hacerse valer, aunque en realidad sólo son "conocimiento-A" y "conocimiento-B", por consiguiente, son más bien una teoría de la conciencia diurna despierta que conciencia habitual práctica.
      Por medio de nuestro estudio del misterio de la vida hemos llegado, así pues, al conocimiento del lugar de la humanidad terrena en la espiral o en el gran ciclo. Hemos visto que está pasando la culminación de su "saciedad" de la experiencia del "principio mortífero". Todos sus anhelos y deseos, ideales y fines van ahora encaminados a convertirse en sinónimos de "hambre" de perfección, humanitarismo y amor. Y con la ratificación de este lugar del hombre terreno en la espiral o ciclo, este ser ha encontrado la base más alta o más perfecta para planificar su "química cósmica", su experimentación de la vida o creación de su destino. La estructura del panorama del universo, sus leyes de amor o lógica culminante se han convertido en su enseñanza más importante y más intelectual. Con esta enseñanza viva de la propia manifestación de vida de la Divinidad, ha sido provisto de la mejor protección para dirigir de una manera lógica su propio destino hacia la armonía de la vida, hacia el ser de la Divinidad, hacia su propia bienaventuranza.


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