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El desencadenamiento de la voluntad del ser y el ciclo de la espiral o su "respiración cósmica"  614. Pero del mismo modo que la conciencia diurna del ser tiene, hasta un cierto grado, un dominio sobre su respiración física, por ejemplo puede, claro está, detenerla un breve momento, puede respirar lenta o rápidamente, puede respirar profundamente o menos profundamente, el ser vivo también domina una pequeña zona de su "respiración cósmica". Aquí también puede hacer pequeñas interrupciones o aceleraciones, "respirar" rápida o lentamente sin poder en conjunto, sin embargo, cambiar una jota del ritmo principal. Y es precisamente esta circunstancia lo que le garantiza al ser su existencia eterna. En la conciencia del ser vivo hay, por lo tanto, una facultad de poder desencadenar su intervención o falta de intervención diurna consciente en una pequeña zona determinada de la totalidad de su "respiración cósmica". A esta facultad la llamamos voluntad. Y al producto o resultado propiamente dicho de esta facultad es a lo que, por lo general, llamamos "vida" o "destino". Pero aunque esta facultad es la condición absoluta para que el individuo experimente su propio yo o ente, su propia individualidad y su zona de creación, en fin, toda la zona que abarca su conciencia diurna, su destino o toda su experimentación de luz y oscuridad basada en ella sólo es, en realidad, un colorido local o detalles del destino eterno y absoluto del ser o de su inmensa "respiración cósmica" eterna.
      Desencadenando su voluntad el individuo no puede, por consiguiente, cambiar nada en su "respiración cósmica" o ciclo de espiral y con su voluntad no puede, de este modo, detener, frenar o forzar en absoluto su vida eterna. Esta vida está por encima del desencadenamiento de la voluntad. No ha sido creada en virtud de voluntad y, por consiguiente, tampoco puede disolverse en virtud de voluntad. Forma parte del "algo" divino, es más, es absolutamente idéntica a éste, es igual de eterna que éste, porque en caso contrario tendría que ser un producto de una creación, lo cual es lo contrario al hecho que tiene lugar. Éste muestra, precisamente, que el universo sólo puede existir en virtud del ciclo de espiral o "respiración cósmica" eterna. Esta "respiración" no es, así pues, un producto de la creación, sino que la creación es un producto de ésta. El desencadenamiento de voluntad, el estado de creación o el despliegue de voluntad de los seres jamás puede, por consiguiente, ser otra cosa que una coloración o adorno de este ciclo o "proceso de hambre" y "saciedad" eternos. Desencadenando su voluntad el ser puede dar forma y llenar de detalles su "hambre cósmica" y su "saciedad", pero jamás, en ninguna circunstancia, puede hacer que cese el ritmo cambiante de estos factores.


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