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La relación de los microindividuos con el desmoronamiento del macroorganismo. "La conciencia habitual" del macroser y "el cadáver"  602. Como aquí hemos visto, el organismo físico del ser muestra dos conjuntos de materia "en forma de rayos", a saber, la de los microseres y la del macroser. Y esta es la causa de que la materia "orgánica" o "animal" no se convierta repentinamente en materia mineral con la presunta "muerte", sino que "el cadáver" sigue constituyendo materia "animal" durante un cierto tiempo. "La muerte" sólo se debe, claro está, al hecho de que el macroser libera su materia "en forma de rayos" de la materia "en forma de rayos" de los microseres e interrumpe su contacto con ella. Pero con ello pierde, evidentemente, el contacto con "las experiencias de los microseres hechas con conciencia diurna", pierde su asistencia, no puede seguir orientándose en su organismo físico, que evidentemente es el espacio vital físico de los microindividuos, ni dominándolo. "La muerte" que de este modo surge sólo puede, naturalmente, afectar al organismo físico del ser en cuestión y no al ser en sí mismo, que sigue pudiendo manejar su materia "en forma de rayos", y, desde luego, tampoco significa la muerte de los microseres. "La muerte" sólo puede afectar a su "universo" físico. Los pequeños seres siguen teniendo en buen estado su facultad de manejar la materia "en forma de rayos". Y como son microscópicos en relación con el macroser mencionado, su experiencia del tiempo también es en grado correspondiente microscópica, es decir, que del mismo modo que su organismo puede ser millones de veces menor que el macroser, el tiempo de vida de su organismo también es millones de veces más corto que el de éste. Esto significa que los pequeños seres pueden experimentar millones de renacimientos en el espacio de tiempo en que el macroindividuo sólo experimenta un renacimiento. Por consiguiente, podremos comprender que el tiempo que le toma al macroser retirar su materia "en forma de rayos" de su organismo en "el proceso de la muerte" supone, por decirlo de alguna manera, "siglos" de tiempo para los microindividuos del mismo organismo, aunque para el macroser sólo tome unos minutos. Al mismo tiempo se consumen otros "siglos", por no decir "milenios", del tiempo que experimentan los microseres antes de que el organismo se haya descompuesto de una manera natural. A lo largo de estos "siglos" o "milenios" los pequeños seres, bajo este "proceso de muerte" que tiene lugar, no sólo pueden llegar a agotar su organismo físico y así tener un tiempo de vida física normal, sino que incluso pueden renacer y agotar varias vidas físicas antes de que el macroorganismo que está muriendo o su "universo" en cuestión haya sucumbido o no esté en condiciones de darles espacio vital a los pequeños seres. Por consiguiente, éstos, gracias a su forma microscópica de experimentar la vida, pueden continuar reencarnándose a lo largo de estos "milenios" insensibles a "la muerte" o desmoronamiento del macroorganismo.
      A medida que las partes internas de dicho organismo se descomponen, también cesan, naturalmente, las condiciones que se necesitan para que los microindividuos en cuestión del organismo concerniente puedan vivir la existencia física adecuada para ellos. Y ya no son atraídos más por este organismo o "universo", sino que vinculan su materia "en forma de rayos" a la materia "en forma de rayos" de otro macroyo, comienzan a nacer en otro macroorganismo, comienzan a experimentar un nuevo universo o una nueva "residencia en la casa del Padre".
      Pero mientras los pequeños seres todavía puedan encarnarse en el macroorganismo "que está muriendo" y experimentar "conciencia diurna" en él, seguirá habiendo materia "animal" en este macroorganismo, aunque la conciencia del macroser ya no siga estando totalmente presente en él. Sin embargo, hay que mencionar que los microseres reciben cierto apoyo del macroser. Aunque es cierto que éste ha apartado su conciencia del organismo, está sin embargo vinculado a él por su "conciencia habitual", que también es materia "en forma de rayos". Por medio de esta materia todavía habrá para los pequeños seres una conexión positiva con el macroyo correspondiente. Pero como después de "la muerte" todo se basa en el hecho de descomponer esta "conciencia habitual", el organismo no puede ser salvado, sino que finalmente tiene que dirigirse inexorablemente a su descomposición. Y en el mismo grado que esta descomposición avanza, cesan también sus condiciones para poder dar espacio vital a seres con "conciencia diurna" física. Por consiguiente, en él se encarnarán seres físicos cada vez más primitivos, es decir, seres con cada vez menos conciencia diurna física. De este modo, va quedando cada vez menos materia "en forma de rayos" en el cadáver u organismo. Y finalmente las condiciones para la encarnación de seres con "conciencia física diurna" serán imposibles. Y con ello el organismo carece ahora de materia "en forma de rayos", se ha convertido en una esfera mineral, constituye un mundo de piedra. Pero un mundo así también tiene que sucumbir ante la profusión creadora divina. Y el universo, antes tan radiante y vivo, ya no existe. Pero las leyes divinas del amor han conducido su vida por otros caminos, otras esferas, otras zonas donde seguirá alumbrando y brillando con su resplandor divino toda la eternidad.


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