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Cuando el yo retira su materia "en forma de rayos" de su organismo físico. Materia "animal"  595. Alguien pretenderá quizá que la materia "orgánica" (cadáver) no se convierte en "materia mineral" a causa de esto. Pero esta concepción no es totalmente correcta. Tan pronto como la conexión del yo con la combinación de materias que constituyen su organismo físico se interrumpe en forma de "la muerte", comienza instantáneamente una transformación del "cadáver", cuyo resultado, en tanto en cuanto todo transcurra de una manera natural, será una inevitable "mineralización" del "cadáver", lo cual quiere decir que la sustancia "orgánica" se disuelve o dematerializa y desaparece. Finalmente sólo queda "la materia mineral", que en este caso quiere decir "el esqueleto" y todo lo que forma parte de él.
      Que esta transformación, cuando tiene lugar de una manera natural, no sucede inmediatamente, sino que puede tomar tanto días como años, no cambia el hecho de que es una realidad y demuestra, al contrario, que en la materia de los órganos del yo hay materia "en forma de rayos" que no le pertenece y, por consiguiente, se queda en "el cadáver". Debido a la presencia de esta materia extraña "en forma de rayos" que se ha quedado en la materia del "cadáver", dicha materia tiene que seguir presentándose como sustancia "orgánica". Tras una observación minuciosa, esta sustancia "orgánica" se muestra como pequeños microorganismos independientes. Como estos organismos aparecen como sustancia "orgánica", confirman con ello su contenido de materia "en forma de rayos", que es lo mismo que material de conciencia, es decir, "pensamientos" o "manifestaciones de vida". A una materia así la calificamos de "animal".
      Pero, en principio, los organismos independientes de materia "animal" constituyen, claro está, la misma clase de seres de que nosotros formamos parte, es decir, seres con "conciencia diurna" y una "voluntad directora" en la zona física. Que estos organismos sólo representan seres de tamaño microcósmico no cambia el principio. En el proceso divino de creación o manifestación no se requiere, naturalmente, que un ser pese tanto o tanto o que tenga unas dimensiones así o así de grandes para que pueda manifestar vida o conciencia.


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