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Si el resultado básico n.º 9, del misterio de la vida no existiera  583. Que el ser vivo se manifiesta "a imagen y semejanza de Dios" hace del noveno resultado básico del misterio de la vida un plus igual de imprescindible para la existencia de la vida que los ocho resultados básicos ya nombrados. Si todo lo que existe aparte de la manifestación del propio ser vivo, ya se trate de "seres vivos", "sustancia" o "materia", no fuese conjuntamente "la imagen de Dios", es decir, no fuera un organismo vivo, que trabaja y da vida, o un instrumento de manifestación para "un ser vivo", del mismo modo que nuestro organismo es un instrumento para nuestro propio yo, toda la lógica, toda la creación y todo lo útil o todo lo que hay de manifestaciones de vida en las combinaciones de materia o sustancia sería el resultado de una cosa "muerta". Como es un hecho que lógica y método sólo pueden existir como "manifestaciones de vida", y además que una cosa "muerta" no puede ser origen de "manifestaciones de vida", sólo podemos estar en contacto con la realidad reconociendo que todo lo que hay fuera de nuestra propia manifestación constituye un organismo vivo y con existencia análogo a nuestro propio organismo, en el que así mismo tiene que haber un "algo" o "yo" supremo y eterno que tiene una facultad creadora a base de la cual existen los productos o manifestaciones visibles para nosotros en forma de universo con sus estrellas, planetas con océanos, continentes, seres vivos, sustancias o materias. Si este organismo no fuese un organismo, sino que, al contrario, sólo constituyese un caos o algo al azar, ¿cómo podría entonces estar en condiciones de ser para nosotros un "cielo y una Tierra" tan deslumbrante? Que este organismo es la expresión de un ser de dimensiones gigantescas con respecto a nuestro propio organismo y manifestación no cambia el hecho, sino que lo convierte en totalmente análogo al hecho de que nosotros mismos, en virtud de nuestro propio organismo y nuestra propia manifestación, constituimos una existencia macrocósmica semejante y dominadora frente a todos los microindividuos que contenemos en nuestro organismo, y sin los cuales su existencia sería imposible. Estos pequeños microorganismos que están en el interior de nuestra propia carne y sangre, ¿no se encuentran acaso en la misma situación?
      Si estos pequeños organismos le negasen eventualmente a toda la materia o creación, que existe fuera del círculo de su propia zona de seres vivos, un origen vivo, negarían con ello la existencia de los seres de la zona a la que pertenecemos y el hecho de que vivir, moverse y ser en su organismo es una condición vital para ellos.
      Del mismo modo que el conocimiento de estos pequeños seres estaría en contradicción con la realidad, nuestro propio conocimiento también estará en contradicción con la realidad si consideramos que todo lo que está fuera de los seres vivos de nuestra propia zona está "muerto" o "carece de yo". De la misma manera que nuestro yo, nuestra conciencia y nuestro organismo son una necesidad para poder crear "universo" o "cielo y tierra" para nuestros microindividuos y, por consiguiente, es una condición vital para ellos, así también es una condición vital absoluta para nosotros que "el cielo y la tierra" que vemos representen un organismo vivo, que palpita y revela un "yo" y una "facultad creadora". Pero esto sólo es lo que ya hace tiempo se ha convertido en un hecho para el investigador evolucionado. Nadie puede negar que lo que vemos o percibimos son "cosas creadas". Como "las cosas creadas" sólo pueden ser un resultado de una "facultad creadora" y ésta, a su vez, sólo puede existir como una propiedad de un "yo" o "algo" supremo, el universo que está fuera de nuestro propio círculo de seres vivos cumple exactamente las tres condiciones que hacen de un "algo" un "ser vivo".
      El universo que se encuentra fuera de nuestra propia zona mental y corporal constituye, así pues, un "ser vivo", del mismo modo que la parte del universo, que existe dentro del dominio de nuestro organismo y conciencia y constituye nuestra propia individualidad, también es un ser vivo. Y somos igual de importantes para este ser como órganos o material de órganos que los microseres que se encuentran en el interior de nuestro organismo son necesarios como órganos o material de órganos para nosotros. A este ser vivo, cuyo organismo se manifiesta formando para nosotros el universo, lo llamamos "Divinidad". Nuestra propia manifestación como un ser vivo es, así pues, una copia exacta de la Divinidad, es "a imagen de la Divinidad". Aquí en "Livets Bog" a esta copia de la Divinidad la llamamos "hijo de Dios".
      Si esta Divinidad no existiera, el universo fuera del círculo de nuestra propia zona de seres vivos tendría que "carecer de yo" y, por consiguiente, de conciencia. Tendría que manifestarse como lo opuesto a la vida, tendría que ser una "quietud" absoluta. Pero una "quietud absoluta" en el universo impediría toda forma de despliegue de vida. Porque la vida existe exclusivamente como reacciones entre el despliegue de energía de los hijos de Dios y las energías de Dios o del universo. Estas reacciones constituyen lo que llamamos "pensamientos", "conciencia" o "manifestación". Sin "Divinidad" "el hijo de Dios" o "el ser vivo" sería, por lo tanto, algo imposible. Y la vida, sin el noveno resultado básico del misterio de la vida, sería una "nada" eterna.


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