Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(289-638) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

La teoría del perdón de los pecados de la iglesia cristiana tiene que ser abandonada para que la revelación del misterio de la vida pueda convertirse en algo totalmente absoluto y esté en contacto con la mentalidad de la humanidad terrena cada vez más científica  570. Como algunos de los resultados básicos del misterio de la vida aquí presentados colisionan en ciertos puntos con la concepción actual, altamente autoritaria, de la iglesia sobre el misterio de la vida, antes de continuar con nuestra investigación de los resultados básicos de la vida, será útil detenernos un poco en estas colisiones para adquirir así una visión de conjunto que nos oriente.
      Dado que el ser vivo, como ya hemos dicho, es el origen de su propio destino, la existencia es totalmente justa, es decir, se convierte en una revelación de la culminación del "amor", a saber, un resultado que sería totalmente imposible en cualquier otra serie de análisis del misterio de la vida distintos a los que aquí hemos expuesto. Si los seres vivos no fueran seres eternos y tuvieran un verdadero "comienzo" a través de la concepción y el nacimiento físico, tal como la opinión de la iglesia pretende, se tendría que considerar que eran seres "creados" y, con ello, constituyendo fenómenos temporales, cosa que la autoridad eclesiástica también dice. Pero si son fenómenos "temporales", jamás pueden ser otra cosa. Representarán eternamente el espacio de tiempo posterior a su nacimiento físico y a partir de él. Representarán una edad, serán así y así de viejos. No puede hablarse de una "vida eterna" como la autoridad antes mencionada anuncia a "los que se salvan", porque seres "eternos" con "edad" sólo pueden manifestar un análisis que muestra que su origen usa su facultad de pensar de una manera anómala.
      Pero aparte de esto, en una situación en que se concibe a los seres vivos como fenómenos "creados", es necesario aceptar la opinión de que "algo puede venir de nada". No hace falta demasiada inteligencia para ver que este análisis también manifiesta un uso anómalo de la facultad de pensar. Si los seres vivos fueran fenómenos "creados", y sus talentos, inteligencia y manifestación un producto de "la herencia". ¿Dónde hay entonces en este mundo justicia y, por lo tanto, amor? ¿Cómo puede ser justo que un ser tenga un salud débil congénita, una inteligencia primitiva, que tenga que ir por ahí como un "vagabundo harapiento" o un "mendigo", cuando hay otros seres que nacen con una salud estupenda, heredan condiciones económicas fastuosas, tienen una posición social elevada, reciben honores y son estimados? ¿Por qué algunos seres nacen como pigmeos y bosquimanos y otros como miembros de una sociedad altamente civilizada? ¿Por qué algunos seres tiene que ser animales, tienen que ser llevados al degolladero o ser víctimas del deseo sanguinario de los cazadores, y otros seres nacen para ser carniceros y cazadores? ¿Puede expresar o mostrar amor culminante el hecho de que la única causa de un destino lleno de penas y sufrimientos o de un destino lleno de felicidad y bienestar sea precisamente "la herencia"? ¿Qué o quién hay tras "la distribución" de estas formas tan diferentes de "herencia"? Es cierto que por medio de nuestro catecismo o la concepción autoritaria cristiana hemos evidentemente aprendido que hay una Divinidad "todopoderosa" y "omnisapiente". Pero algo tan sumamente opuesto al amor como esta "distribución de herencia" que hemos citado no favorece a "la Divinidad cristiana". Si esta Divinidad fuera "omnisapiente" y "todopoderosa", tendría que ser un dios "pecador" que infringe él mismo todos los mandamientos de amor que la concepción religiosa le pide al hombre que trate de cumplir. Darles a los diversos seres vivos "creados" por él una salida tan sumamente distinta al "comienzo" de su vida y, sin embargo, pedirle a cada ser concreto el mismo resultado final al terminar su vida jamás puede expresar amor. Se exige oración y arrepentimiento de "los pecados". Pero, ¿puede ser cierto que el individuo "creado" tiene que rezar y arrepentirse de su propia naturaleza? Según la concepción de la iglesia, es evidente que no se ha creado a sí mismo, sino que es un producto de la facultad creadora de la Divinidad. La Divinidad ha creado, por lo tanto, pecadores. Pero como la Divinidad es "omnisapiente", tendría no obstante que saberlo de antemano. Y como al mismo tiempo es "todopoderosa", a su facultad creadora no le puede faltar nada ni puede tener ninguna imperfección. Esta Divinidad sólo puede, por consiguiente, haber creado "pecadores" con plena conciencia y con total premeditación. Pero crear con total premeditación unos seres sobre los que sabe de antemano que terminarán en "un infierno eterno" donde hay "llanto y rechinar de dientes" revela que en su conciencia hay una tendencia que sólo puede calificarse de "perversidad", culminación de la anormalidad o lo contrario de toda lógica y, con ello, del amor. ¿No sería acaso aquí donde sería necesario el arrepentimiento? No tiene que ser "lo creado" sino "el creador" quien tiene que arrepentirse de la imperfección de "lo creado".
      Que una concepción de la vida con una consecuencia tan monstruosa y tan divergente de la ley del amor no ha podido suprimir la miseria, la guerra y la mutilación en el mundo, y que los pocos que han podido y se han atrevido a reflexionar sobre esta idea, llegando al fondo de ella, han comprendido el terrible error que encierra y, en su desesperación, han tenido que proclamar a voces la protesta surgida de lo más profundo de su alma contra la falsedad demoníaca que hay en las conocidas palabras: "Los caminos de Dios son inescrutables", se convierte aquí en algo natural y fácil de comprender. Que se ha intentado compensar esta desgraciada consecuencia concibiendo la pasión del redentor del mundo como un "castigo" por "los pecados de todo el mundo" no puede complacer a la Divinidad, porque por medio de ello se ratifica de nuevo su mentalidad como "enferma" o "anómala", al mismo tiempo que sus caminos se convierten en todavía más enigmáticos para el buscador de la verdad. Una divinidad que les da a los verdaderos "pecadores" "el perdón de los pecados" a cambio de mutilar y atormentar a un ser "inocente" o "sin pecado", no revela ninguna justicia, y mucho menos amor. Aquí sólo se trata de que "el castigo" se ejecute a cualquier precio. Que afecte al culpable o al inocente tiene importancia secundaria para la Divinidad. La ejecución del "castigo" con respecto a un ser es el único fin de la Divinidad y lo único que la satisface. Ver "llanto y rechinar de dientes" tiene, así pues, que ser el mayor placer de esta Divinidad, puesto que exige su manifestación de una manera tan consecuente, aun cuando ha liberado a "los culpables". La justicia celestial se manifiesta aquí como muy inferior a la terrena, porque en ésta última no se le permite a nadie tomar sobre sí tantos o tantos años de presidio o castigo por otro ser. Lo único que le interesa a la justicia terrena es que el castigo caiga sobre el culpable. En el momento en que pasase a ser como la celestial aquí descrita, se convertiría en totalmente innecesaria.
      Pero una concepción de la vida cuyas últimas consecuencias hacen que la justicia celestial esté muy por debajo de la terrena no puede, naturalmente, seguir llevando a los seres humanos hacia grandes ideales. Cuando la moral suprema está por debajo de lo que ya se practica como justicia terrena, ya no puede seguir teniendo interés. Y entonces vemos también que cada vez hay más lugares vacíos en sus iglesias o templos, al mismo tiempo que su imagen de Dios aquí descrita no puede animar a los seres a "dar la mejilla derecha cuando se les pega en la izquierda". Una Divinidad que de por sí "castiga" y "se venga", y a quien se le puede comprar "el perdón de los pecados" o negociar sobre ellos, dejando que otro ser tome sobre sí los sufrimientos por los excesos propios, está tan en contra de la lógica y, por consiguiente, de la ley de amor de la vida que la fe en ésta tiene que ser rechazada por todo aquél que quiera verdaderamente experimentar la verdadera o absoluta revelación del misterio de la vida. Esta fe es un "velo", que en la mentalidad del hombre terreno cubre todas las leyes del amor o el intelectualismo, o la creación lógica, que todo lo irradia y que de manera no velada vemos en la vida misma o naturaleza fuera de la zona de dominio del hombre terreno. Si este "velo" no se retira, tal como se ha hecho aquí, la vida o existencia seguirá siendo un "misterio". Y el investigador no llegará jamás al conocimiento de la verdad real. Pero cuando este velo se haya retirado, entonces verá la aparición de un nuevo e importante hecho que, como una continuación natural de los doce resultados básicos que ya hemos nombrado, convertirá los últimos fenómenos del misterio de la vida en una realidad evidente, a saber: la revelación de la justicia o amor en su punto culminante con que el universo se revela eternamente y en el cual "todos vivimos, nos movemos y somos".
      El hecho de que la concepción de la vida de los seres, tal como hemos mostrado, se haya desviado del buen camino, se haya alejado de toda lógica o realidad, sólo se debe a la circunstancia de que en un momento u otro se ha desviado del conocimiento sobre la reencarnación o renacimiento. Y con la creencia de que el ser vivo comienza su vida con el nacimiento, se ha tratado de encontrar una circunstancia atenuante o una defensa frente a las calamidades que han surgido con ella y que se han revelado en forma de la teoría del perdón de los pecados y en el lema "los caminos de Dios son inescrutables", y de este modo, discrepando totalmente de la propia concepción del redentor del mundo, se ha creído poder "salvar" al mundo. Por buena que haya sido la teoría en cuestión sobre esa concepción de la vida ajena a la realidad, no ha podido sin embargo crear una confianza totalmente satisfactoria. Esto se constata fácilmente al ver la mala voluntad y el temor que sus seguidores abrigan frecuentemente frente al hecho de que sea expuesta a una investigación o estudio lógico. Es más, consideran una investigación así pecaminosa y exhortan a los seres, con fuerza sugestionadora, a "creer" exclusivamente en la concepción de la vida heredada del pasado y amenazan, incluso, con "maldición", "castigo", "infierno" o "perdición eterna" a quienes no aceptan la fe.
      Pero una concepción de la vida que no soporta una indagación o ser expuesta a una investigación lógica y, por consiguiente, tiene que creerse ciegamente, no puede sostener una cultura mundial en la que poderosas escuelas, universidades y centros de enseñanza constituyen cada vez más, en vez de las iglesias y los templos, el fundamento para la creación de la mentalidad. Esto no es una crítica de las iglesias y los templos que, claro está, son sumamente divinos y han tenido una gran misión en el desarrollo del sentimiento de los seres. Pero ahora la humanidad terrena está entrando en un estadio evolutivo en el que ya no puede seguir siendo guiada por medio del hecho de ejercer una influencia sobre sus sentimientos ni por medio de ceremonias y viejas tradiciones. Lo que ahora tiene que abrirse camino en cada individuo es la luz clara del intelectualismo o razón. Cada individuo tiene que experimentar con su cerebro y su inteligencia la lógica de la vida, es decir, la sabiduría más elevada y el amor supremo que hay en los fenómenos de la vida misma. Esta lógica tiene que brillar, como una luz solar intelectual, desde todos los lugares de enseñanza futuros y convertir la guerra, la matanza y la mutilación en superstición, insensatez y primitivismo, y los hechos eternos en resultados científicos. Una experimentación de la vida que tiene que ser la vigente, que tiene que ser la que dirige y sostiene en una cultura así, no puede ser un mundo de dogmas aprendidos, heredados del pasado, que no pueden ser investigados o indagados. Tiene que ser la verdadera alma de la nueva cultura en sí, tiene que ser la vida misma, tiene que ser una verdad tan grande que la culminación misma del intelectualismo en su culminación no pueda de ninguna manera aniquilarla como algo falso, sino que se vea obligado a confirmarla como un hecho inalterable que se manifiesta en contacto con la eternidad, que es "uno con el camino, la verdad y la vida".


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.