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"La realidad absoluta" y "la realidad creada". Por qué "el yo supremo" carece de nombre  536. En cuanto al "algo divino" tras todos los fenómenos o el yo tras "el ser vivo", es un hecho que tiene la facultad de "verse a sí mismo". Esta "visión" es lo que llamamos "conciencia". Esta conciencia constituye, por lo tanto, una "realidad imaginaria" junto a "la realidad absoluta" y difiere de ella entre otras cosas en el hecho de ser "temporal", mientras la realidad absoluta o la realidad "no creada" jamás ha tenido un comienzo y, por lo tanto, es "eterna".
      Como la primera realidad es algo creado, también tendrá un término. Nunca, en ningún caso, hemos visto que una cosa eterna pueda crearse. Todo lo que puede crearse será siempre "temporal" o perecedero. Y simplemente por esto "la realidad imaginaria" (el algo n.º 3) jamás podrá ser una imagen correcta de la realidad absoluta (el algo n.º 1). Pero como la visión que "el algo n.º 1" crea de sí mismo sólo es "temporal", tiene que cesar, y este "algo" tendría, a su vez, que carecer de cualquier tipo de "visión de sí mismo" si en la existencia no sucediese que una visión no puede acabarse sin crear una nueva visión. La manifestación visible de "sí mismo" por parte de este "algo" se convierte, de este modo, en la creación – no de una visión – sino de una cadena infinita de "visiones" o "imágenes" de "sí mismo". Y es precisamente esta "creación de imágenes" lo que experimentamos en forma de la existencia cotidiana. Toda nuestra experimentación de la vida se compone exclusivamente de una cadena de visiones que desfilan ante nuestro yo. Cada una de estas visiones es, a su vez, lo mismo que pensamientos, sensaciones, vivencias, experiencias, dicho brevemente, todo lo que en resumidas cuentas puede sucederle a un ser. Todos estos fenómenos son así, sin ninguna excepción, visiones de "sí mismo" elaboradas por el mencionado "algo". A este producto lo llamamos "percepción" o "creación". Y como ya hemos dicho, constituye "el algo n.º 2".
      "El algo n.º 3" constituye, como ya hemos mencionado, "las visiones" del "algo n.º 1" elaboradas por medio del "algo n.º 2". Pero como este "algo n.º 1" es, según su realidad absoluta, una "cosa eterna", es imposible expresarlo por medio de un fenómeno "temporal". Como los fenómenos temporales, indiferentemente de cómo tengan lugar, indiferentemente del color, el tamaño o el movimiento con que se muestren, son no obstante "visiones" del "algo n.º 1" eterno, es fácil de comprender que su identidad sea ilusoria. Cuando decimos de una cosa que tiene 3 metros, desde el punto de vista cósmico significa esto en realidad que decimos que "el algo n.º 1" tiene 3 metros. Como este "algo" abarca todo el espacio existente, 3 metros no puede ser ni una expresión ni una visión justa de esta realidad divina. Lo mismo sucede si decimos de una cosa que tiene 20 años. Entonces también es "el algo n.º 1" lo que expresamos, porque la cosa es, claro está, idéntica a dicho "algo". Y como éste abarca todo el tiempo que existe, no puede expresarse por medio de edad. "Los 20 años", lo mismo que "los 3 metros" son totalmente ilusorios y no cubren nada en absoluto de la verdadera naturaleza cósmica del "algo".
      Como "el algo divino" contiene, de esta manera, todo lo que existe de colores, tamaños, peso y volumen, etc. anula todos estos fenómenos en su propia naturaleza. Como lo contiene todo, es infinito, que es lo mismo que decir que, en realidad, no tiene tamaño, color, peso, volumen, consistencia o cosas parecidas. Ninguno de tales fenómenos en absoluto puede, por consiguiente, constituir el análisis de dicho "algo". Su verdadero análisis carece, por consiguiente, de nombre, por la simple causa de que no tiene ningún otro análisis que el de que "existe".
      Como se sabe, es debido a esto que aquí, en "Livets Bog", se le da el nombre de "el algo divino" o "X1".
      El hecho de que este "algo", no obstante, se experimente a "sí mismo" tanto con color y tamaño como con volumen y otros atributos se debe, como hemos dicho, al "algo n.º 2". Por medio de la facultad de percibir puede experimentar un reflejo de su propia naturaleza eterna. La facultad de percepción es, así pues, un "algo" por medio del cual un "algo n.º 1" puede crear un contraste a su propia existencia eterna. Por medio de este contraste es posible "percibir".


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