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Nace la voluntad del ser. En adelante "el instinto de conservación" es dirigido o guiado por una conciencia que reside en el cerebro  514. Cuando el ser planta puede dejar que sus raíces crezcan en dirección a las venas de agua de la tierra, y que su organismo encima de la tierra se incline hacia la luz, esto es, ciertamente y en algún grado, una función automática, pero también es en cierto grado su incipiente deseo de la interacción correcta con las energías o sustancias del entorno, interacción que es necesaria para la manifestación y la existencia. Y cuanto más aumenta este estado de la conciencia, más fuerte es su "experimentación por medio de la percepción vaga" para finalmente convertirse en una vivencia totalmente consciente. Y el ser comienza aquí a hacer "experiencias". En vez de ser únicamente percibida como "percepción vaga", la influencia que ejerce la vida se convierte ahora en un "hecho" real. El ser comienza con ello a tener un conocimiento real. Y con el inicio de este conocimiento en la conciencia, el deseo o "anhelo" se convierte en lo que llamamos "voluntad". Esta realidad equivale, de este modo, a que el yo mismo se hace cargo de la dirección de su propia conciencia o regulación de su "deseo" o "instinto de conservación". De ser una función automática, este instinto es poco a poco dirigido o guiado por el cerebro del ser. De este modo, el ser puede dirigir conscientemente el despliegue de su propia energía o "masa de sustancia" hacia las energías circundantes con aceptación o rechazo, según las perciba como "agradables" o "desagradables". Y aquí tenemos la aparición del ser como "químico cósmico" consciente en su primera e incipiente forma.


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