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La base de la evolución. El anhelo es el aglutinante por medio del cual el yo está ligado a la existencia. Todos los pensamientos son hijos del deseo  513. Con la aparición del "pensamiento" el ser comienza a tomar parte en la combinación de energías de una manera consciente. Con su pensamiento puede poco a poco regular la atracción y repulsión de las energías. Así se pone en condiciones de intervenir en la función automática. Puede crear nuevas funciones automáticas y deshacer las viejas. La intervención consciente de este ser en su propia manifestación de energía es el fundamento de lo que llamamos "evolución".
      Esta intervención consciente es sustentada por "el deseo". "El deseo", en su forma más perfecta, es sentido por el ser como anhelo o añoranza de lo que se desea. Esto quiere decir, a su vez, que la principal fuerza soportadora del ser vivo se siente como "anhelo". Todo pensamiento consciente está marcado por "el anhelo". No existe ni una sola manifestación originada por el ser vivo que no sea en sí misma expresión de una u otra forma de "anhelo" cumplido o no cumplido. Lo que, en la vida cotidiana llamamos "añoranza" o "anhelo" es, de este modo, en su más profundo análisis la fuerza primaria del yo, la vinculación absoluta, eterna e inmutable del yo con la vida, lo que en este caso quiere decir: vinculación a "X3". "El anhelo" constituye el aglutinante por medio del cual el yo está vinculado a la existencia. "El anhelo" es las llamas ardientes del mismo "fuego supremo", es decir: la fuerza penetrante del principio sexual que es base de todo. Tras cada pensamiento, cada matiz de la conciencia hay "anhelo" o cumplimiento de un "anhelo". Desee lo que desee el ser, ya sea amar u odiar, acariciar o mutilar, estas formas de manifestación serán de la misma manera una expresión de un "anhelo", ya que el hecho de "desear" es lo mismo que "anhelar". Toda la manifestación física y espiritual del ser sólo es una satisfacción de deseos o "anhelos". Esta satisfacción se manifiesta de este modo aquí como constituyendo únicamente los detalles y la impresión externa del "deseo", del que se tiene conciencia. "El deseo" es, así pues, la madre de toda la fuerza de atracción y de repulsión y, con ello, de toda la vida de la conciencia. Todos "los pensamientos" son hijos del "deseo".


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