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"Supraconciencia" y "subconciencia". Por qué el hombre terreno sólo tiene conciencia de su cuerpo físico  465. "La conciencia cósmica" tiene, así pues, su sede en "el cuerpo eterno del individuo". Aquí el yo ha reunido sus más altos valores anímicos o intelectuales. Aquí se encuentra el órgano que en "Livets Bog" he calificado de "elemento de destino". Éste tiene aquí sus "semillas de destino" o "núcleos de talentos". Esta parte de la conciencia del yo es lo que constituye la "supraconciencia". Y es desde aquí que éste manda sus energías de deseo o de apetito, en parte automáticamente y en parte en forma de voluntad diurna consciente. Esto último atañe solamente a los seres con "conciencia cósmica". Con estas energías entra en contacto con las energías del mundo exterior y allí surge creación o manifestación. Las funciones automáticas provocan la creación de organismos, es decir, la creación de los seis cuerpos de manifestación: el cuerpo del instinto, del peso, del sentimiento, de la inteligencia, de la intuición y del recuerdo, que juntos forman la parte de la conciencia del yo que llamamos "subconciencia". Cada uno de estos cuerpos sólo forma, de este modo, un órgano subordinado de "la supraconciencia" del ser, pero tiene sin embargo la misión de soportar la conciencia diurna del individuo en un cierto momento del ciclo de la espiral. Estos seis cuerpos son instrumentos para los malabarismos del individuo con las seis correspondientes energías básicas de la existencia o para su dominio de ellas.
      Y la conciencia diurna de este ser tiene entonces que tener un carácter o naturaleza provisional, siempre de acuerdo con el cuerpo de la subconciencia y la naturaleza de la energía que por medio de él es la dominante, que en el momento determinado soporta la conciencia del yo. Es por esto que hay seis formas diferentes de conciencia diurna, una para cada energía básica. Pero cada una de estas formas sólo es una inmensa variación de los juegos malabares particulares del individuo con la energía básica correspondiente o dominio de ella. Y estas seis formas diferentes de conciencia diurna son el fundamento de los seis distintos reinos, zonas o esferas de existencia de la espiral. Así pues, en realidad cada una de estas zonas de existencia constituye nada menos que un océano de variaciones sumamente diversas del despliegue de la facultad creadora del yo en la energía básica en cuestión.
      Por lo que respecta al hombre terreno, la energía que soporta la conciencia diurna del individuo y lo conduce a la culminación de su manifestación física es la energía básica n.º 2 de la espiral, la energía del peso. Es por esto que este ser sólo tiene conciencia de esta manifestación física, mientras todo lo que se encuentra fuera de ella no se ha convertido para dicho ser en conciencia diurna, sino que a lo sumo sólo es un asunto de fe, conjeturas o suposiciones.


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