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El nacimiento y la naturaleza de la compasión se basan en recuerdos precedentes  455. Pero los seres no pueden ser siempre vencedores. También tienen que pasar por una larga serie de estadios con derrotas, persecuciones y opresiones como las que su existencia de vencedor ha costado a otros seres. Este estado de sufrimiento, que seguirá siendo las consecuencias de una forma de existencia en que es la fuerza y no la justicia la que constituye la moral autorizada, no puede dejar de hacer evolucionar la mentalidad de los seres. Frente a esta existencia en permanente peligro, el instinto no ha sido suficiente. La facultad del ser de percibir y pensar se ha agudizado extraordinariamente, del mismo modo que el sinfín de sufrimientos por los que ha pasado también ha dejado su huella en su conciencia en forma de una facultad. Esta facultad es la facultad de "compasión" o la primera, incipiente y débil base para todo desarrollo de tendencias humanas en el ser. "La compasión" es, en realidad, nada menos que una rememoración no consciente de sufrimientos experimentados. Se diferencia de la forma común de experimentar recuerdos por el hecho de que falta la indicación de lugar y tiempo. Sólo el campo de acción del propio dolor o sufrimiento del recuerdo puede, en este caso, pasar a la conciencia diurna al experimentar el recuerdo. Este recuerdo, por consiguiente, no se percibe por el individuo como un recuerdo, sino al contrario como una especie de fantasía.
      Al experimentar un recuerdo de una manera usual y perfecta, en la conciencia del yo se encuentra tanto el tiempo como el lugar en que se experimentó el acontecimiento recordado. Y el yo "recuerda" este acontecimiento como una experiencia propia en el pasado. No es esto lo que sucede con recuerdos de encarnaciones anteriores. En estos recuerdos tanto la indicación de lugar como de tiempo, es más, incluso la propia vinculación del acontecimiento recordado al yo como su propio recuerdo personal ha desaparecido de la conciencia diurna. En la nueva encarnación sólo queda en la conciencia del yo la propia imagen del dolor o los detalles del sufrimiento, y aquí se ha convertido en "conocimiento-C", y surge de manera automática cada vez que el individuo experimenta hechos emparentados con la imagen del sufrimiento que se encuentra en el recuerdo no consciente que ha heredado del pasado.
      Pero, como dado que este recuerdo no es, así pues, consciente, ya que el yo no lo recuerda como su propia experiencia personal, y no recuerda ni el tiempo ni el lugar en que se formó, no es experimentado en absoluto por su origen como un recuerdo. Los detalles del sufrimiento de este recuerdo, que son los únicos que pasan a la nueva conciencia diurna, sólo son, por lo tanto, experimentados por el ser como "una imagen de su fantasía". Como ya hemos dicho, surgen automáticamente cuando el ser ve la desgracia o el sufrimiento de otro ser. Entonces se produce una confrontación entre "la fantasía" y el acontecimiento, que el otro ser sufre como un accidente o estado de sufrimiento. Por medio de esta confrontación automática con el acontecimiento exterior y "la imagen de la fantasía" del ser, que claro está es, aunque no consciente, una construcción de imágenes de recuerdos movilizados de sus propias experiencias, éste adquiere la facultad de juzgar el acontecimiento desde fuera. La veracidad de este juicio depende de lo emparentada que esté la construcción de su "fantasía" con el acontecimiento exterior. Que haya algún parentesco dependerá, por su parte, de que el ser, en resumidas cuentas, haya experimentado un acontecimiento o una situación similar a lo que el acontecimiento exterior muestra. Si no lo ha hecho, no tiene ninguna facultad de juzgar o comprender esto. En el mejor de los casos puede quizá haber un inicio de movilización automática de las imágenes de los recuerdos no conscientes, pero si ninguno de estos recuerdos está emparentado con los detalles del acontecimiento exterior, el ser no puede reaccionar con su sentimiento frente a él, indiferentemente de lo doloroso o digno de compasión que se muestre. El ser permanece totalmente frío ante él.
      Pero si el acontecimiento exterior que experimenta el prójimo es de una naturaleza tal, que el espectador tiene en su material no consciente de recuerdos muchos detalles emparentados con él, la movilización automática hará que "la imagen de la fantasía" sea, de modo correspondiente, más correcta, y su origen percibe por medio de ésta el sufrimiento de su prójimo de un modo equivalente y puede comprenderlo, y si no intervienen fuerzas que lo impidan, reaccionará para liberarlo de él. Y es esta reacción a lo que llamamos "compasión".


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