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La guerra es la conciencia habitual que han dejado viejas religiones y no tiene nada que ver con el cristianismo  453. Con respecto a esto, algunos lectores opinarán, naturalmente, que las situaciones de guerra no son algo que se desee, sino algo que surge como una necesidad inevitable, por ejemplo, como protección contra la opresión, para rechazar un ataque o una agresión, como defensa de unos derechos, etc. Y también es cierto que la humanidad, en realidad, está tan adelantada en su evolución, que la guerra ya no es un ideal tan fulgurante como en tiempos pasados, y que en verdad no es deseada por quien la origina, sino que se la considera como algo que se está necesariamente obligado a iniciar. Pero este aspecto del asunto es, claro está, sólo lo que se ve en el momento presente o momento en que estalla la guerra. La verdadera causa de cada guerra no se encuentra de ninguna manera en el presente, es más, por lo que respecta al hombre terreno actual se encuentra varios milenios antes. La raíz verdadera y más profunda de las guerras que se declaran o se preparan actualmente no se encuentra en los motivos que, según se dice hoy, las originan. Estos motivos sólo son, de hecho, causas físicas exteriores desencadenantes. Estas causas desencadenantes son a su vez, en realidad, ondas en vibración de unas reacciones de un periodo de una época desaparecida desde hace tiempo, en que en la conciencia diurna había unos ideales y unas prescripciones morales en vigor totalmente diferentes a las que hoy se intenta practicar como camino hacia la perfección.
      Que precisamente es así se demuestra una y otra vez por la circunstancia de que la moral autorizada de muchas potencias beligerantes es diametralmente opuesta a la guerra. Esto puede decirse sobre todo de las potencias que se llaman "cristianas". Aquí está en vigor el hecho de que la enseñanza obligatoria de la religión o moral autorizada en las escuelas contiene unos preceptos fundamentales tales como: "mete la espada en la vaina, porque quien a espada mata a espada muere", "da la mejilla derecha cuando te peguen en la izquierda", "no os venguéis, yo pagaré, dice el Señor Sabaot", "ama a tu prójimo como a ti mismo", etc., y que precisamente son enseñados por miles de sacerdotes igual de autorizados desde las iglesias nacionales o las instituciones religiosas de estas potencias.
      Como el cristianismo, sin estos ideales, no puede ser de ningún modo "cristianismo", la guerra es, por consiguiente, una medida que no puede de ninguna manera en absoluto formar parte del concepto "cristianismo". Que la guerra, no obstante, pueda tener lugar como un destino necesario "moralmente", sólo demuestra que esta "moral" y este destino no tienen nada que ver con "el cristianismo".
      ¿De dónde proviene esta moral y este destino? La respuesta es sencilla. Sólo pueden provenir de una época anterior al cristianismo. Eso también concuerda totalmente con los hechos reales. Antes del cristianismo, la moral y el destino se basaban precisamente en la guerra. Sólo los hábiles en la lucha eran héroes, estaban capacitados para el reino de los cielos del pasado. Ciertamente, la guerra era el único modo de vivir apetecible de esta época. La guerra era lo único que daba acceso al "Valhala", que daba acceso al favor de los dioses. Además, este modo de vivir era la continuación más natural del de los animales, de los cuales había surgido el hombre terreno.


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