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El símbolo n.º 9 expresa un resultado eterno y no es, así pues, un fenómeno relativo. Cuando la ciencia niega la existencia de Dios o la identidad del universo como ser vivo y la inmortalidad de los seres  439. Con respecto al análisis, que en el presente apartado y por medio del símbolo n.º 9 hemos hecho, puede decirse que dicho análisis es un análisis total del problema que trata. Hemos visto a grandes rasgos todas las energías básicas del universo o cosmos uniéndose en un conjunto que constituye un eslabón al cien por cien lógico de una continuidad eterna. Nuestro análisis es, por lo tanto, un resultado eterno, es decir, un resultado que jamás puede ser distinto. Lo que el símbolo n.º 9 expresa no es, así pues, un resultado relativo, sino una manifestación física de la combinación de las leyes que sostienen el universo, que por su naturaleza jamás han comenzado y jamás pueden dejar de existir, leyes que difieren de todas las otras leyes existentes por el hecho de que no son como éstas el resultado de un pensamiento precedente, sino que constituyen realidades eternas. Son la estructura vegetal, animal y mineral de la mismísima Divinidad. Son los soportes del verdadero cuerpo y de la verdadera conciencia de la Divinidad y, sólo a causa de esto, tienen que ser eternos e inamovibles. Si no lo fuesen, la Divinidad habría tenido que tener un comienzo. Pero algo que tiene un comienzo es una cosa temporal. Pero como una cosa temporal sólo puede existir como un resultado de una causa precedente, tendría por lo tanto que admitirse que la Divinidad es idéntica a algo precedente. Pero algo que es el resultado de algo precedente es, en verdad, "una cosa creada". Y esta "cosa creada" tendría que diferir de todas las otras "cosas creadas" del universo por el hecho de no tener un "creador". Esta "cosa creada" tendría, por consiguiente, que haberse creado a sí misma. Pero, ¿cómo podría haberlo hecho? Está claro que antes de ser creada no existía, y si no existía fue imposible que se creara a sí misma. Algo que no es, es igual a "nada". Y tener esta "nada" como base de una imagen del universo o por universo no puede ser digno de una persona que piensa. Una base así carece, claro está, de lógica.
      No obstante es este criterio el que la ciencia terrena tiene, sí, incluso al cien por cien (aunque no consciente) mientras rechace la existencia de un Dios o la identidad del universo como un ser vivo y la inmortalidad de los seres. Una imagen del universo que se apoya en una negación así, apunta ineludiblemente de manera retrospectiva hacia una "nada" absoluta como su primer resultado y es, por consiguiente, el contraste a la realidad misma. Es la culminación de la mentira o superstición y, con ello, es temporal o perecedera. No constituye ningún resultado eterno, carece de matemática o verdadera ciencia.


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