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Las designaciones de héroe y malo son ilusorias  437. Pero del mismo modo que el final de la novela citada no era matemático, su principio tampoco lo es, sino que es en gran parte falso. En realidad, desde un punto de vista cósmico, no existen héroes. Un héroe es un ser que puede dominar a otro ser. Pero un ser que puede dominar a otro ser es superior a él. Pero que un ser superior pueda dominar a un ser inferior no puede ser ningún acto heroico. Que una mayoría domine a una minoría no es especialmente lisonjero. El análisis de la heroicidad sólo es, por consiguiente, un fenómeno temporal o de este mundo.
      Pero entonces se alegará quizá que si una minoría vence a una mayoría, esta pequeña cantidad de personas son héroes. Pero en este caso el principio es el mismo. Si una minoría vence a una mayoría, las fuerzas de superioridad no han estado en el número de personas en sí, sino que al contrario ha habido otras circunstancias que no han sido de ninguna manera un impedimento para la identidad de la minoría como grupo cuyo poder es superior. Y, por consiguiente, su victoria sólo es en realidad el vencimiento de un grupo cuyo poder es inferior, bastante indiferentemente a la cantidad. Y como consecuencia de esto, desde un punto de vista cósmico no puede exigir ningún estatus de héroe.
      Entonces finalmente la pregunta es si el malo es de una maldad tan grande como generalmente se supone. Como toda investigación altamente intelectual de la vida y de la existencia conduce inalterablemente al análisis de que "ningún pájaro cae al suelo sin que sea la voluntad de Dios" y que incluso "todos nuestros cabellos están contados", y así mismo que "como un hombre siembra, así cosechará", por consiguiente, desde un punto de vista cósmico, es imposible que un ser experimente algo que él mismo no ha sembrado o de lo que no es el origen más profundo.
      Cuando un hombre, por lo tanto, es objeto de la persecución por parte de otro hombre, o es molestado por él, en realidad es su propia "semilla" que está cosechando. Pero cuando uno mismo es la causa primera de sus propios sufrimientos, en verdad que uno mismo es, en muy alto grado, el cómplice del "malo". "El malo" ha sido, en realidad, el terreno divino en el que la propia "semilla" ha podido crecer. Que esto no sea tan agradable en el caso en que "la semilla" es persecución y sufrimiento como en el caso en que "la semilla" es alegría y amor no se le puede imputar al "malo". No juzgar es algo que, así pues, a medida que el verdadero intelectualismo se vaya abriendo camino en la facultad de orientarse del hombre, se convertirá en un conocimiento científico. Quienes juzgan sólo pueden ser seres que no tienen tras sí ninguna investigación altamente intelectual de la vida, independientemente de lo grande que sea la posición que tengan con respecto al análisis de "las cosas temporales". En los campos de la verdadera o absoluta vida se pueden contar entre los que se ha dicho que "caminan confiados donde los ángeles no se atreven a pisar".


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