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Cuando una novela es matemáticamente perfecta  436. El problema presente quizá se comprenda mejor si, por ejemplo, hacemos un análisis de lo que llamamos una "novela". Una novela es lo mismo que la descripción de una vida y se convierte, por ello, en una especie de análisis. Que sea inventada o que sea una descripción de la realidad no cambia el principio. Por medio de una novela así adquirimos conocimiento de una serie de cosas sobre sus personajes, lugares y acontecimientos. Y el objetivo del escritor con la novela ha sido darles a sus lectores una imagen total de los acontecimientos especiales o del tipo de destino que son la base de la novela.
      En una estructura de una novela así hay, las más de las veces, un malo, un héroe, algunos personajes secundarios, de los cuales algunos están muy cerca del héroe y otros del malo. Por regla general, la novela comienza cuando comienzan las peripecias del malo y del héroe, y termina cuando el héroe vence al malo y recibe su recompensa, y el malo recibe su castigo.
      Pero un análisis así ¿es matemático? ¿Es una imagen total de la realidad cósmica en sí? El héroe, ¿ha sufrido de hecho, desde un punto de vista cósmico, injusticia y, por consiguiente, se ha ganado la recompensa? ¿Y se da totalmente por descontado que el castigo que el malo ha recibido o lo que ha sufrido es una expresión absoluta de justicia? No, de ninguna manera. En la realidad cósmica, como se desprende más tarde de "Livets Bog", nadie puede sufrir injusticia, y nadie puede hacerla. El análisis de la novela es, así pues, falso del principio al final. Sólo puede ser la expresión de algunos acontecimientos temporales exteriores surgidos de efectos anteriores sobre los que la novela no nos da ninguna información, del mismo modo ésta termina repentinamente con la recompensa del héroe y el castigo del malo, sin dar ninguna información sobre la repercusión de estos fenómenos.
      Dado que no puede negarse que los acontecimientos de la novela, como constituyendo una imagen de la vida, sólo pueden existir como idénticos a los resultados de anteriores activaciones de energía, y que no puede negarse que éstos han jugado un papel importante en la actitud que el malo y el héroe tienen el uno con el otro, del mismo modo que tampoco puede negarse que la recompensa del héroe y el castigo del malo tienen que producir unos resultados que por regla general no son los más apropiados para crear alegría frente al reencuentro o simpatía entre los dos personajes, la novela no está de ninguna manera terminada.
      Se alegará quizá que el malo y sus ayudantes o amigos están todos muertos y, como consecuencia de ello, ya no podrán nunca más ser ninguna molestia para el héroe. Pero esto sólo hace que la novela, en mayor grado todavía, sólo sea un análisis de un fragmento. No es ningún análisis de un ciclo. Matar al malo es, ciertamente, una solución, pero es la más simple de todas las soluciones. Es la solución que sólo puede tener su origen en el primitivismo. Del verdadero intelectualismo jamás, en ningún caso, puede surgir una solución así. Hay otra solución que es la propia de la naturaleza y ante la que finalmente todos tienen que inclinarse y que, por ello, es la más elevada, a saber, la que hace que el malo y el héroe se abracen con simpatía o amor y con la cual el más alto contacto divino se ha consumado, y el ciclo ha concluido. Sólo cuando este amor o simpatía se ha llevado hasta sus últimas consecuencias entre el malo y el héroe, y domina una neutralidad total, comienza un nuevo ciclo. Sólo entonces ha terminado la novela.


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