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El fuego y la fecundación de los seres desencarnados. La ciencia sólo conoce una tercera parte del ciclo de la vida  427. Que este fuego es de una naturaleza un poco distinta a la del fuego que arde en la estufa de una manera muy concentrada se da, naturalmente, por descontado. La existencia "branquial" o "de pez", que el ser repite algo más tarde en el estado fetal, tampoco es como la vida de pez o de branquias que hay en el caudal de agua del océano fuera de la zona del óvulo o útero. Sólo es como principio que el fuego del ser desencarnado y el fuego de la estufa son el mismo. En su manifestación física, el fuego del ser desencarnado ha ido adquiriendo con el tiempo una "longitud de onda" muy distinta. Y afortunadamente es así, porque si no a los seres animales encarnados les sería totalmente imposible vivir en la Tierra. El fuego de los seres desencarnados mantendría a la Tierra en un estado de llamas incandescentes. Ningún ser podría vivir una vida física y, por consiguiente, tampoco podría hacer experiencias con conciencia física diurna despierta. Pero aunque este fuego no es, como el fuego de un ser-astro desencarnado, tan perceptible físicamente como el cálido fuego de una estufa, es sin embargo lo suficientemente fuerte para influir o actuar sobre el aura de los seres vivos encarnados y, por este conducto, unirse con las energías sexuales de estos seres y, como veremos posteriormente en "Livets Bog", originar la fecundación o mantenimiento de la existencia de las especies.
      Toda esta escala de repetición, que los seres animales representan aquí en la Tierra por medio de la formación de sus organismos, se convierte para el investigador evolucionado en pruebas bastante detalladas sobre la existencia que se extiende desde que los seres salen del "reino de la bienaventuranza" hasta su actual existencia animal. La primera reacción de los incipientes anhelos que los seres vivos tienen de una existencia física equivale, como ya hemos dicho, a todas las fuerzas invisibles que se agrupan con el nombre de "electricidad". La ciencia todavía no sabe lo que es la electricidad. Sólo conoce sus efectos, pero todavía no ha estado en condiciones de descubrir la explicación propiamente dicha de su naturaleza, del mismo modo que tampoco podrá jamás estar en condiciones de demostrar su verdadero análisis mientras, como más tarde veremos, todavía sólo conozca una tercera parte de la zona de la espiral, es decir, del ciclo de la vida misma. Que este conocimiento tiene que ser bastante imperfecto o incompleto, es más, que tiene que estar totalmente desprovisto de análisis reales de la totalidad, es naturalmente obvio.


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