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La existencia de fuego de los seres vivos  425. Como hemos mencionado aquí, las repeticiones de vidas anteriores se vuelven cada vez menores a medida que las vidas que manifiestan se encuentran en los primeros reinos de la espiral actual o en el último periodo del último reino de la espiral precedente, es decir, en "el reino mineral" de esta espiral. Los seres animales actuales han experimentado su existencia puramente material de sol o de fuego dentro del marco de esta zona. Aquí su "organismo" sólo se mostraba todavía como una "explosión permanente" (fuego silencioso) y como "explosiones agudas" (explosiones normales o pequeñas protuberancias). Todos los yo tras los organismos animales terrenos actuales habitaban entonces en una bola solar incandescente y llameante participando, por consiguiente, en el desencadenamiento de su profusión chispeante de luz, de sus explosiones y protuberancias llameantes, aunque estas manifestaciones no eran, naturalmente, detalles conscientes en su conciencia diurna despierta. En aquel tiempo ésta sólo contenía detalles del mundo interior de los seres en cuestión, lo cual en este caso quiere decir recuerdos de las remotas zonas de la espiral de estos mismos seres. Dichos seres todavía no tenían, naturalmente, ningún organismo físico con una forma determinada. Sus manifestaciones exteriores se podían más bien calificar de impulsos automáticos de energía, cuyo automatismo surgía de los núcleos de talentos de los seres, de sus experiencias en las esferas físicas de la espiral que estaba desapareciendo. Como ya hemos dicho anteriormente, estos núcleos de talentos habían entrado en funcionamiento por medio del éxtasis o energía de la bienaventuranza interior que surgió cuando los seres del "reino de la bienaventuranza" experimentaron los recuerdos de las remotas zonas primitivas de la espiral que, precisamente, eran un agradable contraste a toda la experiencia altamente armoniosa del "mundo divino". Esta experimentación de los recuerdos creó de nuevo una profusión de energías con el anhelo de experimentar otra vez manifestaciones físicas en el mundo exterior. Y el contacto de estas energías de anhelo con "la energía del instinto" y "la energía del peso" resultó ser lo mismo que hoy llamamos "hacer sol".


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