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Los seres reviven los periodos de vida precedentes en forma de repeticiones  424. Pero, sin embargo, por medio de la investigación de los primeros periodos del cuerpo físico de otros seres o de los estadios de dicho cuerpo que llamamos embrional y fetal, poco a poco se ha convertido en un hecho que estos estadios constituyen una serie de pequeños estadios, en cada uno de los cuales el ser revive, de manera no consciente y en miniatura, una serie de periodos de vida anteriores en la espiral. Como este ser, en periodos precedentes de vida en la espiral se ha manifestado con formas de vida totalmente distintas y mucho menos evolucionadas que la vida con la que ahora se revela, está claro que al revivir cada periodo sólo puede aparecer expresando lo que es característico del estado especial de estos periodos de vida. Por ello, un hombre terreno, por ejemplo, en su estado fetal tampoco es de manera especial una manifestación del estado humano terreno que va a representar después del nacimiento, sino que al contrario es, en muy alto grado, una expresión del primitivismo o estados inferiores de estos periodos de vida precedentes. Así pues, durante la creación del feto entre otras cosas repite incluso una especie de estadio de pez. Pero cada una de estas repeticiones de la vivencia de estos estados precedentes durante la creación del embrión y del feto sólo tiene una existencia que dura un periodo muy corto, teniendo que dar lugar a nuevas repeticiones de vivencias de estados precedentes todavía superiores, y así sucesivamente hasta que el ser alcanza ese estado que puede desencadenar el estado que es normal para él actualmente. En este estadio el feto alcanza la madurez para el proceso que se llama "nacimiento". Aquí comienza la formación o creación definitiva del cuerpo que le corresponde legítimamente al ser.
      Pero aquí también se puede ver rastro de repeticiones de estados pasados. La infancia y la juventud no son, en realidad, otra cosa que un revivir los principios de los estadios del hombre primitivo o salvaje. Es un hecho que los seres humanos son más brutales, groseros y descomedidos en la infancia y la juventud y que juegan con mayor afición a "ladrones y soldados" en esta edad que en una edad más adulta. Esto no significa que no haya muchos seres humanos que están tan adelantados en su evolución que, ya en la infancia, se muestran amorosos y simpáticos y se distancian de toda brutalidad y dureza. Al contrario, afortunadamente hay no pocos así. Estos seres evitan toda forma de pelea o violencia, dicho brevemente, son en muy alto grado una manifestación del principio que dice: "da la mejilla derecha cuando te peguen en la izquierda". Pero los niños así son considerados en general como débiles, como "cobardes" por sus compañeros. Lo que impera entre los niños todavía es la admiración del principio de la fuerza. Los niños robustos y fuertes que con su fuerza pueden atreverse con todos los otros niños son, por lo general, "los héroes" de la escuela. El niño que huye de toda brutalidad o más bien prefiere callar y aguantar que tener líos, es más bien considerado como un "estúpido". Y el niño de constitución fuerte que fácilmente puede hacerse respetar con su fuerza pero no la usa, sino que tiene la misma actitud que el niño mencionado, es considerado como más "estúpido" todavía, si directamente no se le califica de cobarde o "de la acera de enfrente".
      Muchos preguntarán quizá que por qué no todos los niños repiten los estadios primitivos de tiempos pasados. Pero al respecto hay que responder que sólo es aparentemente que no todos los niños repiten estadios de tiempos pasados. En realidad, todos los hijos de los seres humanos tienen que repetir estadios primitivos del hombre no civilizado para llegar a su verdadero estadio civilizado. Pero en estas repeticiones hay una diferencia muy grande. No son igual de violentas o drásticas en todos los individuos. Lo violentas o drásticas que estas repeticiones sean en un niño o joven dependerá, como más tarde veremos, del grado en que manifiesten el verdadero estado del individuo en cuestión, es decir, el estándar evolutivo que este ser representará cuando llegue a "la edad de discernimiento", que en este caso quiere decir alrededor de los treinta años. El estado en que se presenta el carácter, que el ser adopta entonces, es su estándar normal. Es el nivel de evolución que ha alcanzado en una vida anterior. Este nivel no puede mostrarlo enseguida a su nacimiento, sino que en la nueva vida y en el nuevo cuerpo debe atravesar todos los estadios subyacentes en miniatura para tener total conciencia diurna de su estadio verdadero y normal.
      A partir de los treinta años el individuo sigue evolucionando y con cada vida terrena concreta añade, de este modo, un nuevo campo de experiencias o un periodo evolutivo a la trayectoria eterna de su vida. Este nuevo periodo es vivido de nuevo en la próxima vida como una repetición antes de que el individuo alcance en ella los treinta años. En la siguiente vida también es repetido pero todavía con formato menor, y así sucesivamente. Por cada vida que pasa la repetición es, así pues, cada vez menor, para al final ser totalmente microscópica. Pero como con cada nueva vida hay un nuevo periodo para repetir, las repeticiones precedentes retroceden por consiguiente cada vez más hacia la infancia y el estadio fetal. Si la repetición de la última vida, por lo que respecta al hombre terreno, tiene lugar al final de la veintena, la repetición de la penúltima vida tiene que tener lugar algo antes que ella, es decir, aproximadamente en medio de la veintena, y la repetición de la antepenúltima vida al principio de la veintena, mientras que la cuarta, la quinta y las siguientes repeticiones de vidas anteriores tienen que encontrarse antes de la veintena y se extienden, por consiguiente, hasta el límite del estadio fetal en que todas las repeticiones proceden de inmensos periodos de tiempos pasados.
      En apartados posteriores explicaremos más detalladamente este principio de repetición y mostraremos cómo es la base de otro principio fundamental que aquí, en "Livets Bog", vamos a conocer con el nombre de "principio de perspectiva", y en el que se basa, de manera inalterable, toda forma de percepción.


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