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Por qué la trayectoria eterna de la vida del ser se considera como una espiral. Una existencia eterna se muestra como la verdadera realidad  409. Como se desprende del símbolo, "la energía de la intuición" todavía está muy altamente representada en "el reino de la bienaventuranza", y así mismo "la energía de la inteligencia" cuya extensión aquí corresponde, sin embargo, a la extensión que tiene en la zona del hombre terreno. Pero aquí está degenerando, mientras que en la zona del hombre terreno está en desarrollo.
      Como estas energías constituyen energías intelectuales, participan en el sostenimiento de la conciencia diurna del individuo en "el reino de la bienaventuranza". En este reino, la mencionada conciencia diurna no consiste, así pues, exclusivamente en "recordar", es decir, en retroceder a los detalles y cosas que se han experimentado en épocas precedentes. Por medio de las dos energías intelectuales nombradas, el ser está en condiciones de poder reflexionar sobre las experiencias precedentes que revive. Con "la inteligencia" puede analizar su naturaleza, apreciar su valor, y con "la intuición" puede utilizar las experiencias recuperadas en nuevas ideas o procesos creadores. Y este material intelectual que acaba de recuperar va a marcar de manera especial el anhelo del individuo y, con él, el despliegue de la fuerza de sus facultades en forma de incipientes talentos nuevos. Esto condiciona, a su vez, que las incipientes manifestaciones del "ser bienaventurado" en "el mundo exterior" jamás puedan convertirse en una repetición total de sus manifestaciones anteriores en este mismo mundo. Las nuevas manifestaciones son del mismo tipo que las anteriores, tienen el mismo principio básico, pero son muy distintas con respecto a su variación. Y aquí hemos llegado a lo que constituye la base de mi definición de la trayectoria eterna de la vida como formando una "espiral".
      Si la relación no fuese precisamente como la aquí descrita, no podría tener lugar ninguna nueva variación en las manifestaciones del ser. Cada vez que hubiera pasado "el reino de la bienaventuranza", su existencia sería una copia exacta de la espiral anterior, y la trayectoria de la vida del ser tendría que definirse como un "círculo" o "circuito redondo". Y, tarde o temprano, el principio de la saciedad tendría que dejar sentir aquí su efecto y haría de la existencia, en forma de esta repetición eterna, algo asqueroso o un "infierno" que tendría que crear anhelos que jamás podrían ser satisfechos, ya que las nuevas variaciones absolutamente necesarias para su satisfacción no existirían y jamás podrían surgir. Y, con ello, la muerte habría sido desde haría mucho tiempo el señor del universo. Pero, afortunadamente, esto es lo contrario de lo que sucede en realidad. Gracias a "la inteligencia" y a "la intuición", las experiencias hechas en la espiral se convierten tras cada nuevo paso en una variación nueva y que satisface todos los anhelos.
      Como este principio garantiza, de este modo, que cada anhelo normal cree satisfacción, y que cada satisfacción cree un nuevo anhelo que, a su vez, crea una nueva satisfacción, y así sucesivamente, la vida se muestra aquí precisamente como el ciclo eternamente imperecedero que convierte en un hecho que la muerte sólo puede ser un contraste imaginario a la vida. Dado que cada anhelo crea satisfacción, y cada satisfacción crea un nuevo anhelo, en la trayectoria de la vida no existe ningún "punto muerto" en absoluto. Y una existencia eterna surge así como la realidad absolutamente inalterable.


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