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"Los seres del reino de la bienaventuranza" han "terminado su carrera satisfactoriamente" y ven los sufrimientos desde "el punto de observación propio de Dios"  400. Pero qué deslumbrante y radiante es este "nuevo encuentro" con el pasado. Sobre esta hermosa zona de la espiral hay esplendor de cuento de hadas. Todos los recuerdos, incluso los más oscuros, se experimentan aquí como inmensamente radiantes y eclipsan los recuerdos de la alta esfera o "mundo divino" que se acaba de experimentar. Pero hay que recordar al respecto que la saciedad de este mundo, que experimenta el individuo, todavía domina altamente.
      Para los seres ordinarios del "mundo de la bienaventuranza", la estancia en este reino se convierte en una reexperimentación de todas sus experiencias precedentes en los reinos de la espiral. Lo que se experimenta aquí no son "experiencias nuevas", tal como las experiencias que se hacen en "el mundo exterior", pero en cambio crean una "alegría" extremadamente grande al ser experimentadas de nuevo. Aquí no hay ninguna experiencia a la que se le adhiera alguna forma de oscuridad terrena, tal como resentimiento u odio hacia algo o alguien. Incluso los recuerdos de asesinatos o delitos no pueden crear la más mínima atmósfera de horror envolviéndolo todo y a todos, tal como lo hacen aquí en la esfera terrena. Hay que recordar al respecto que "los seres del reino de la bienaventuranza" son todos ellos seres que acaban de residir en la zona de la propia Divinidad, que han experimentado en abundancia la divina santidad y pureza de su presencia, lo cual quiere, a su vez, decir la absoluta perfección del universo o cosmos, sus sutiles leyes justas e inalterables que, por su parte, son lo mismo que intelectualismo y amor culminantes. Estos seres llevan todavía en su conciencia diurna la manifestación de la imagen de la Divinidad "a su imagen y semejanza". Todavía son "uno con el Padre". Han "terminado satisfactoriamente su carrera", es decir, han experimentado todo el ciclo de la vida y, con ello, han experimentado de una manera total el objetivo que la Divinidad tiene con la oscuridad y los sufrimientos. Han experimentado las últimas consecuencias de los sufrimientos y saben que éstos, en realidad, constituyen la puerta del "reino de los cielos".
      Sin una experiencia de la oscuridad no se podría crear de ninguna manera una experiencia de la luz. Por consiguiente, "los seres de bienaventuranza" han adquirido la concepción propia de Dios con respecto a la verdadera misión de los sufrimientos y saben que constituyen el fundamento para la existencia del amor. Ven que la luz y la oscuridad son realidades igual de imprescindibles para la dirección del universo o para la creación de la experimentación de la vida de los seres vivos. Y sin esta concepción no podrían de ninguna manera ser "uno con el Padre". Y con el divino intelectualismo o claridad de esta concepción, purificada de todo lo que se agrupa con el concepto "estupidez" y sus fieles seguidores: la crítica maligna y la manifestación de desagrado, los seres han alcanzado en alto grado la madurez necesaria para ver de nuevo el inmenso panorama de su vida con todas sus fases, tanto en los tenebrosos abismos y precipicios de la desgracia como en las cimas soleadas de la felicidad. Sí, la existencia del ser vivo se muestra con una sabiduría tan divina, que la reexperimentación de las zonas más oscuras del ciclo le produce, precisamente, la mayor sensación de alegría. Y esta circunstancia es la que garantiza que lo que se reexperimenta en esta zona sea idéntico al "reino de la bienaventuranza".


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