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Surge "el reino mineral", pero no se trata de un mundo "sin vida"  394. Exteriormente el individuo sólo se sirve ahora, tal como posteriormente veremos, de "la energía del instinto" y de la incipiente "energía del peso", que poco a poco se activa en las funciones físicas o procesos creadores que, juntos, constituyen más tarde lo que aquí, en el mundo terreno, llamamos "reino mineral".
      Como las funciones de las energías de este reino exteriormente sólo manifiestan, de este modo, funciones no conscientes, dado que el despliegue de energía diurna consciente de los seres está dirigido hacia dentro, hacia su mundo de recuerdos personal y solitario, "el reino mineral" es, en gran medida, percibido por el hombre terreno como un mundo "sin vida". Pero esta observación no tiene nada en absoluto que ver con la realidad. "El reino mineral" no es un mundo sin vida. Todas sus funciones o clases de movimientos son idénticas a las funciones de conciencia de tipo automático, es decir, se basan inalterablemente en "conocimiento-C". Como "conocimiento-C", según el capítulo 94 de mi libro "Lógica", es lo mismo que "conciencia habitual", y "la conciencia habitual" implica una conciencia diurna precedente, y ésta es idéntica a la misma "vida", para el investigador evolucionado las presuntas funciones "muertas" del "reino mineral" se hacen visibles aquí de un modo permanente como idénticas a "funciones de la conciencia" o "de la vida". La existencia del "reino mineral" es, así pues, un resultado igual de absoluto de las funciones de una conciencia diurna despierta precedente que las realidades creadas a base de la mano humana. Del mismo modo que las casas, las máquinas, los medios de transporte, la ropa y otros objetos útiles del hombre son pruebas irrefutables de la previa existencia de este hombre, así también cualquier combinación de energía manifestada por "el reino mineral" es una prueba irrefutable de la existencia previa de un origen con conciencia. Y, de este modo, también llegamos al hecho de que la muerte es una ilusión, mientras que la vida constituye la realidad absoluta presente en todas partes.


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