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La comunicación en "el mundo divino". La experimentación de "las vías cósmicas" de los otros seres. El cumplimiento al cien por cien de las leyes eternas para la creación o para lo que dice: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"  388. Aquí hay, así pues, un nuevo mundo que comienza a proyectar su sombra sobre "el mundo divino". Tal como "el verdadero reino humano" comienza a proyectar su sombra en "el reino animal", así también "el reino de la bienaventuranza" proyecta su sombra aquí, en el mundo supremo de la espiral. Tras la culminación de "la energía de la intuición", "la energía del recuerdo" comienza a hacerse valer de manera cada vez más acentuada. Se da por supuesto que la vida de la conciencia aquí, donde culmina "la energía de la intuición", y "la energía del recuerdo" ha llegado a las cercanías de su culminación, es mucho más intensa y más rica que en todas las otras zonas de la espiral. Aquí estamos en la culminación de la propia experimentación de la vida. El hecho de poder retroceder y avanzar a través de siglos de tiempo experimentados con anterioridad es un estado mental del que no se conoce nada en absoluto en la zona del hombre terreno. Esta forma de experimentar influye enormemente en la comunicación entre los seres de las esferas celestes, no en la vida diaria, porque aquí no hay nada que se llama "días" y "noches" en el sentido que conocemos aquí en la Tierra, sino en su "ahora eterno". Esta facultad de experimentar hace que puedan revivir "el pasado" en el presente. Si al mismo tiempo se considera que todos los habitantes de la esfera celestial son seres que han experimentado sus anteriores existencias en la espiral en mundos o astros celestes muy distintos, que han venido de sistemas solares y galaxias de todos los puntos cardinales del universo y, por consiguiente, representan de modo correspondiente "vías cósmicas" muy diversas (véase símbolo n.º 8.1 del primer volumen de L.B.), y que pueden revivir simultáneamente los acontecimientos de estas vías en "el presente" y hacerlas visibles para los otros seres con las materias de las esferas celestiales que obedecen a los pensamientos de una forma viva, quizá se comprenda mejor lo inmensamente rica que es la vida o las experiencias en la esfera del Dios mismo.
      Por consiguiente, lo que ahora se nos revela de una manera viva en nuestra existencia ultraterrena con detalles "reproducidos en copias de oro" no son sólo las experiencias de las zonas de la propia vía o paso por reinos o mundos subyacentes, sino también los detalles de "las vías cósmicas" de los otros seres en su paso precedente por otros globos celestes, mundos y esferas.
      No, estar en la propia esfera de Dios no es aburrido, ya sea como "huésped" o como "habitante fijo". Los seres del entorno revelan aquí con coloreadas glorias de llamas la inmensa multitud de detalles y cosas experimentadas en mundos y globos celestes. Formas minerales, vegetales y animales, organismos humanos y creaciones mentales armónicas y perfectas, y que hasta ahora se desconocían, aparecen aquí con vivos detalles de luz y fenómenos de color y tono, materializándose en el aura celestial de los seres según la fuerza de sus pensamientos y su deseo de acariciar a su prójimo.
      Hay que recordar que aquí las caricias no consisten en un "golpecito en la mejilla" o una "palabra de consuelo" u otras manifestaciones de compasión, tales cosas no son necesarias en la zona del mismo Dios. Aquí no hay nadie que tenga que "ser consolado" porque aquí no hay nada que cree aflicción, no hay ninguna necesidad de compasión porque aquí no tiene lugar la más mínima alusión a nada que se parezca a desgracia o sufrimientos. Aquí todos los seres tienen un equilibrio mental divino y existen única y absolutamente para manifestar al cien por cien la claridad divina y la genialidad intelectual de su fuerza creadora como un regalo a su prójimo. Aquí todo es cumplimiento al cien por cien de las leyes eternas de la creación, que juntas cumplen, a su vez, la ley de la existencia: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Porque cumplir las leyes de la creación al cien por cien es lo mismo que la perfección al cien por cien. Una perfección así es, por su parte, lo mismo que "un bien al cien por cien". Pero este bien sólo puede existir como idéntico a "un amor al cien por cien". Como un amor así constituye, precisamente, la culminación en sí de la simpatía mutua de los seres, sólo puede haber aquí un ambiente de alabanza y alegría eterna sobre la existencia del prójimo, lo cual actúa, a su vez, sobre el individuo como una inspiración eterna para servir, cimentar y mantener de manera altruista la felicidad del prójimo con toda la fuerza de su genial facultad creadora.


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