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La memoria. La sensación de una "existencia eterna". La facultad de los seres de retroceder en el tiempo  387. Que este mundo mencionado en lo que antecede, que en realidad es la más alta cima de la vida, pueda ser tan luminoso como es el caso también se debe, naturalmente, a la abundancia de otra facultad intelectual, a saber, "la facultad de recordar o de la memoria".
      Como se desprende del símbolo, vemos que "la energía del recuerdo o de la memoria" es muy prominente en "el mundo divino" y que, precisamente, culmina en el reino siguiente, "el reino de la bienaventuranza". Como la facultad de usar esta energía no es demasiado destacada en la zona del hombre terreno, lo que este ser conoce de ella también es, naturalmente y de manera correspondiente, limitado. El horizonte de recuerdos del hombre terreno tiene unas proporciones tan insignificantes, que sus límites se encuentran ampliamente dentro de la zona de espacio y tiempo que señala la frontera de su actual vida física, es decir, el tiempo de existencia de su cuerpo físico que en "Livets Bog" también se califica de "una vida terrena".
      Como "la memoria" es lo mismo que la facultad de avanzar y retroceder en el tiempo experimentado, se comprende así pues aquí que la facultad de avanzar y retroceder en el tiempo del hombre terreno es muy limitada. Este ser ni siquiera puede retroceder a su nacimiento y demás detalles de los primeros años de su vida física, en fin, ni siquiera puede recordar los detalles de su vida de la semana pasada o del día anterior. Dado que, como ya hemos dicho, "la memoria o el recuerdo" aparece de una manera totalmente distinta en "el mundo divino", ya que precisamente culmina en el reino siguiente de la espiral, se da por supuesto que aquí el acceso a "revivir" lo ya vivido tiene un carácter totalmente distinto y dominante. Aquí no hay ninguna reencarnación con penosos procesos de muerte o nacimiento que bloquean el retroceso del individuo a terrenos mentales experimentados anteriormente.
      Como ya hemos dicho, la renovación del cuerpo tiene lugar de manera permanente por medio de materias que obedecen a los pensamientos, y el proceso de nacimiento y muerte sólo tiene lugar como materializaciones y dematerializaciones con plena conciencia, agradables y controladas por la voluntad, con lo cual la existencia, como ya hemos dicho, le da al ser la sensación de ser una existencia "eterna". En "el mundo divino" el ser está en condiciones, por medio de su facultad de recordar, de revivir grandes zonas de detalles experimentados en tiempos anteriores a esta "existencia eterna". De este modo puede retroceder considerablemente en el tiempo. Esto está, naturalmente, en vigor de manera especial para los seres ordinarios o más evolucionados de la zona. Por lo que concierne al hombre terreno, que sólo experimenta "el mundo divino" en su viaje de una vida física terrena a otra, la facultad de retroceder en el tiempo es en cambio muy limitada, aunque la materia física ya no sea un impedimento para su memoria. Aquí, en "el mundo divino", el hombre terreno sólo puede, de este modo, retroceder a las zonas de algunas pocas vidas anteriores, mientras que el ser ordinario o que forma parte de esta alta esfera puede retroceder a zonas de cientos de vidas anteriores, pudiendo retroceder en el reino siguiente, "el reino de la bienaventuranza" o "mundo de los recuerdos", a todo el lapso de tiempo de la actual espiral o ciclo.


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