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En "el mundo divino" el ser se percibe como su propio "punto fijo". El hecho de experimentar que se ha "terminado la carrera satisfactoriamente" y que uno se ha convertido en la expresión de "la imagen de Dios a su semejanza"  386. Los seres vivos del "mundo divino" no tienen, por lo tanto, que viajar para encontrar a sus amigos y conocidos o para ir a lugares y tiempos. Esto sólo tiene lugar en el mundo físico, ya que "viajar" sólo consiste, en realidad, en un desplazamiento del organismo físico del ser. Pero como en el más elevado de los mundos no usa materia física tosca, sino que tiene un organismo de materia que obedece directamente al pensamiento, y su supraconciencia es "el punto fijo" para esta materia, en el mundo celestial "viajar" se experimenta o percibe, precisamente, como lo contrario al "viajar" en el mundo físico. Esto quiere decir que en las esferas más elevadas el yo se percibe como "el punto fijo" del universo, se trata de lo mismo que Dios tiene que sentir. Esto tiene, a su vez, que traducirse ineludiblemente en el hecho de que ningún movimiento puede afectar al propio yo, sino única y exclusivamente a la materia. Por lo tanto, todo tipo de experimentación tiene que consistir en que las materias, es decir, los mundos, los seres, todo lo creado, todo lo que existe de materia, van, tal como ya hemos dicho, al yo, y no es el yo el que va a las materias. Es la suprema experimentación de majestad. Es hacer la experiencia de que se ha "terminado la carrera satisfactoriamente", lo cual en este caso quiere decir haber terminado los dos segmentos de la espiral: "involución" y "evolución".
      Aquí, en "el mundo divino", los seres llegan a la culminación de los resultados finales de la evolución. Aquí la vida se revela en su mayor apogeo. La materia obedece al menor mandato o deseo del ser. Su facultad creadora es la culminación de la perfección. Aquí su organismo o forma corporal varía infinitamente. Ha alcanzado la claridad perfecta en la manifestación de pensamientos, la pureza de la creación y la multitud de facultades que hacen del ser el cumplimiento del objetivo que Dios tenía como finalidad. Sí, el hijo de Dios se ha convertido aquí, en el sentido más profundo de la palabra, en "fecundo" gracias a la abundancia de su fuerza creadora, y en "múltiple" gracias a las variaciones de su organismo, y en una "realización de la Tierra" (las leyes) por medio de su "ser uno con el Padre", y así ha "sometido" al mundo, es decir, a la materia. En verdad el ser vivo se manifiesta aquí al cien por cien "a imagen y semejanza de Dios".


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