Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(289-638) 
 
Búsqueda avanzada
Véase el símbolo nº 9 en nueva ventana    

 

Cuando el ser es uno con el señor del espacio y del tiempo. Un día es para los seres como mil años, y mil años como un día  385. Pero aquí la existencia de los seres se basa exclusivamente en los instintos, talentos o disposiciones más nobles de su supraconciencia. Todas las bajas tendencias son aquí igual de imposibles que la vida vegetal en los soles. Es por ello que todos los seres sin excepción brillarán tan solo con una llama de amor absolutamente armónica. Como ya hemos dicho, puede naturalmente haber una inmensa diferencia con respecto al volumen y el color de las llamas, pero lo común de todas ellas es que manifiestan amor al cien por cien y están, de modo correspondiente, en armonía con las leyes de la vida.
      En este mundo solar, intelectual y luminoso, el huésped terreno experimentará la vida con una plenitud emocionante. Este ser está aquí en el núcleo de la vida. Está en el trono de Dios. Descubre rápidamente que es uno con el señor del espacio y del tiempo. La materia adquiere forma a la más mínima orden de sus pensamientos. Formas y figuras se materializan y dematerializan según su deseo. La materia obedece al yo, y los mundos y los seres aparecen vivos a los pies del trono de Dios. El maravillado hijo de Dios experimenta tiempos cercanos y lejanos, lugares y espacios en el mismo "ahora" y en el mismo "lugar". Para el hijo de la Providencia no existe ningún "ayer" ni ningún "mañana". Todo brilla y resplandece con la claridad de un día eterno. Sólo un "hoy" sin fin puede designar la vida del señor de la materia. Miles de millas de océanos, llanuras, bosques y montañas, cientos de mundos con humanidades, distintas especies de animales, reinos minerales y vegetales, zonas tropicales y polares, cientos de otros mundos con campos de fuego y de llamas, con minerales hirvientes y una atmósfera con gases metálicos, procesos creadores, nacimiento y muerte de astros, creación de las formas de los seres, aparición, culminación y desaparición de culturas, en fin, todo el ciclo de la vida del macrocosmos y del microcosmos es atravesada por el hijo de Dios sin que se menee un sólo milímetro en el espacio o retroceda la fracción de un segundo en el tiempo. En verdad, para la Divinidad eterna y para el que es uno con ella "un día es como mil años y mil años como un día".


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.